La historia de la música rock está llena de los llamados súper grupos. Esas bandas formadas por grandes artistas en solitario que unen sus esfuerzos en proyectos comunes. Habitualmente la cosa no acaba de cuajar y son contadas las excepciones en las que, al menos musicalmente, los resultados se adecuan al nivel de sus componentes o a las expectativas creadas cuando se publicitan los proyectos. Quizá el problema está en que muchos de ellos no dejan de ser movimientos comerciales planteados por discográficas con el objetivo de aumentar exponencialmente las regalías económicas. Eso sí, cuando la cosa funciona, cuando los músicos consiguen que el romanticismo se imponga, los resultados son evidentemente insuperables. Y uno de esos casos es el de Rockpile, la súper banda por excelencia del pub-rock. Un grupo que se forma de manera natural, sin estrategias comerciales que valgan (y eso les iba a provocar no pocos problemas con las compañías discográficas de sus propios miembros) y que plasmaron su grandeza en único pero soberbio disco titulado Seconds of Pleasure.
Rockpile eran Dave Edmunds, Nick Lowe, Billy Bremmer y Terry Williams. Casi nada. Un auténtico equipo de ensueño. Tomando el nombre del disco de debut de Edmunds en 1927(en el cual Lowe es el único que no participa), el grupo se gana la fama de apisonadora en directo, cosa que confirman al participar como banda de apoyo en varios trabajos individuales de sus cabezas pensantes: el propio Dave y Nick Lowe. Sin ir más lejos ahí están para demostrarlo discos como Tracks on wax 4, Repeat when necessary y Labour of lust. Pero les faltaba dar el paso hacia el disco con su nombre y eso iba a ser Seconds of Pleasure. Un trabajo apabullante en el que Edmunds y Lowe se muestran como los Lennon y McCartney del pub-rock. Inspirados, certeros, pulidos y cargados de personalidad. Una unión perfecta. Con un Lowe ofreciendo su innata habilidad para construir melodías inolvidables y un Edmunds aportando la pulsión rockera, cercana a la tradición oldie. Pero conviene no olvidar tampoco a Bremmer y Williams, algo más que dos complementos que hacían que la máquina funcionara a la perfección.
Seis canciones escogidas por Lowe y seis por Edmunds. Equilibrio. Mostrándose como auténticas enciclopedias musicales al recuperar temas como “If Sugar Was As Sweet As You” de Joe Tex, “A Knife and a Fork” de Kip Anderson o el “Oh What a Thrill” del recientemente fallecido Chuck Berry. Lecturas cuidadas y excitantes. Insuperables. Como el single “Teacher teacher” (no confundir con la original de Gene Chandler) convertido en un éxito incomprensiblemente menor en las listas de éxitos, la adictiva y pop “When I Write the Book”, o esa delicia de poco más de dos minutos y medio que es “Heart” cantada por Billy Bremmer. Además, Lowe recupera un par de canciones de Brinsley Schwarz como “Play that fast thing (one more time)” y “Fool too long” para completar un elenco al alcance de muy pocos. Un disco que es fácil encontrar en las cubetas de vinilo de segunda mano, eso sí, sin el EP de regalo que acompañaba la edición original titulado Nick Lowe & Dave Edmunds Sing The Everly Brothers en el que los británicos se marcan cuatro maravillas incluidas en el repertorio de los hermanos Everly: “Take a message to Mary”, “Crying in the rain”, “Poor Jenny” y “When will I be loved”. Dicen que no hay disco perfecto, pero este se acerca mucho a serlo.
Publicado en Efe Eme.
Sonando: Heart de Rockpile
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