No todo van a ser parabienes. No todos los discos
que caen en mis manos van a parecerme obras maestras. Algunos de ellos,
incluso, me parecen casi una broma, aunque me abstendré de criticarlos
siguiendo la premisa de que prefiero dedicar mi tiempo a recomendar aquellos
trabajos dignos de ser escuchados. Eso sí, no me puedo ahorrar el hablar de
tres discos sobre los que se me ha pedido opinión en diversos medios (Facebook,
e-mail, charlas informales) por activa y por pasiva. Así que voy a ello.
War on drugs. No me ha gustado. Es más, no me ha
gustado nada. En mi opinión es un bluff, pero de los gordos. Y ahora que todo
el mundo habla maravillas del disco yo digo que no. Que estará muy bien, que la
producción será maravillosa, que las canciones serán geniales, pero a mí me
transmite cero. Nada de nada de nada, vamos.
The Black Keys. Ya lo he oído entero y procedo: “cagada
pastoret”. Otro no. Este más grande aún. Y la gente, como son The Black Keys,
intentando autoconvencerse de que les gustan los dos singles filtrados, de que
tienen su gracia. Va, iros por ahí. A cualquier otro grupo que grabar ese disco
os los cargaríais sin piedad y a The Black Keys no. No se puede. No es de
recibo. Si me permiten yo paso de jugar a eso. Mi definición del disco es
infumable (insisto, teniendo en cuenta que es un disco de The Black Keys. Si fuera
un disco de un grupo de dance pues estaría bien, supongo).
Ray Lamontagne. Ay, qué mal me sabe pero…tampoco.
No, joder, tu no Ray. Alguien le puede dar un golpe en la cabeza a Dan Auerbach
y que se deje de tonterías. Sólo hay apenas tres o cuatro temas que me
recuerdan levemente al mejor Lamontagne. El resto no se aguanta. Y es otro caso
con el que la gente hará un esfuerzo sobrehumano para que el disco les guste.
Si la producción se ha cargado hasta la magnífica voz de Ray. Hay que joderse.
En fin, esperaremos al siguiente.
Sonando: Supernova de Ray Lamontagne