Aparece otra de las noticias del año. Neil Young trabaja con Daniel Lanois como productor del que será la continuación de
Fork In The Road y cuyo título provisional es
Twisted Road. Aquí, servidor, es un fan incondicional de Lanois y el hecho de que vaya a trabajar con el tito Neil ¡bufff! Demasiado. Quién haya leído los pasajes del
Crónicas de Dylan dedicados a la grabación de
Oh Mercy junto al franco-canadiense, haya escuchado uno de sus discos en solitario o se haya parado a dejarse llevar por sus atmósferas entenderá de lo que hablo. Y es que un disco producido por Lanois es reconocible. Siempre. Imposible que ese sonido no te lleve a pensar en él. Algunos lo han llamado “sonido
Joshua Tree” en referencia al macroéxito de U2 producido también por Lanois pero a mi me parece que eso es ser muy injusto con alguien tan grande y, sobre todo, quedarse muy corto. En la superficie. Cuando todo el mundo habla de los grandes productores de los últimos años se nombra a Rick Rubin o a T Bone Burnett pero, a menudo, olvidan a Lanois. Por eso esta semana, a raíz de la noticia de su colaboración con Young, voy a dedicársela a él.
Y empezaré con su semi-desconocida carrera como solista y con uno de los discos definitivos de los 90. El casi insuperable
For The Beauty of Wynona. Titulazo, portadón y discazo. Me lo descubrió charlando tras un bolo suyo Cece Gianotti, miembro entonces de los Traditional Tourist. Un disco enorme con canciones impactantes y, claro, la producción de un Lanois que, consigo mismo, no tiene restricciones. Pantanoso, hipnótico. El inicio con «The Messenger» es apabullante. Para mí una de las 10 canciones más grandes de esa década. Te atrapa. Esos coros en falsete. Sorprendentes. Agresivos. Imposible no quedarse con ella hasta el final. Flotando. La voz de Daryl Johnson, que presta sus cuerdas a las canciones de todo el álbum, se arrastra con vehemencia por tu mente. Después «Brother L.A.», «Beatrice», «The Unbreakable Chain» o «Rocky World», por citar sólo alguna de las 13 canciones de este disco, son auténticos tratados de buen gusto y buen hacer. Lanois venía de
Acadie en el 89. La que muchos consideran su obra cumbre, y otra maravilla, como autor. Pero la belleza de Wynona, cuatro años después, es más completa. Más íntegra. La colección de canciones es más regular y todo suena perfectamente encajado. En su lugar. Sin un solo pero. Mañana más...
Sonando:
Waiting de Daniel Lanois