El domingo me levanté con la noticia del
fallecimiento de Nick Curran por culpa del maldito cáncer que le azotaba hace
años. Y no pude evitar que me pasara lo mismo que me sucedió en 2010 cuando
escribí la reseña de su Reform School Girl como disco del mes del Ruta. Pensé en
Mario Cobo, que me lo había descubierto, y me entristecí aún más. Sabía que
Mario también estaría muy triste por un tipo joven que se nos va con la
sensación de que aún le quedaban muchos buenos discos por entregarnos. Hoy lo
homenajeo recuperando aquella crítica, pero no será mi último tributo, porque
cada vez que pinche su música seguiré haciéndole el que a él más le hubiera
gustado. Adiós Nick.
Cada vez que un disco nuevo de Nick Curran
llega a mis manos no puedo evitar recordar la figura de mi buen amigo y líder
de Nu Niles Mario Cobo. Recuerdo como una tarde-noche mientras hablábamos de
músicos blancos que hacían música negra me dijo “¿quieres un tipo blanco que
suena verdaderamente como un negro? Pues busca cualquier cosa en solitario de
Nick Curran”. Y así fue. De esta manera, Curran y yo iniciamos nuestra
particular historia de amor músico-oyente. Antes, entre este excelente
guitarrista de Maine y yo, sólo existían los simples devaneos de cualquier
relación adolescente. Una grabación junto a Donnie Dawson por aquí, otra como
miembro y referente de los Jaguars de Kim Lenz por allá….Nada serio. Pero
decidí hacerle caso a Cobo y cayó en mis manos Doctor Velvet, el disco que Curran acababa de sacar el año
anterior. Corría el 2004. El flechazo fue inmediato y más cuando aquel mismo
año Curran se saca de la manga el esplendoroso Player ¡Qué maravilla! ¡Qué manera de entender el rock and roll!
Busco y encuentro sus discos anteriores. Los disfruto. Me dejo transportar a
otros tiempos. Me visualizo en los 50. Sin tupé, que uno es un soñador pero no
tanto. Y además el espejo me recuerda cada mañana la imposibilidad de ver en mí
ese elemento básico para mi imagen de estrella del rock and roll. Pero todo lo
demás está ahí y, por encima de todo, los discos de Curran. No me hace falta rebuscar
entre LPs grabados hace 50 años para poder hacer ese viaje imaginario.
Pero ninguna relación es perfecta. O casi
ninguna. Y el amigo Nick decide aparcar su carrera en solitario precisamente
ese mismo año 2004. En nuestro mejor momento. Primero se convierte en miembro
de The Fabulous Thunderbirds con los que llega a grabar, incluso, el disco Painted On. Después forma con Ronnie
James Degüello una banda de punk’n’roll que bebe de Screamin Jay Hawkins, Flat
Duo Jets o Ramones, aunque la historia le dura apenas unos meses. Compone
canciones para la hoy famosísima serie de televisión True Blood, en la que llega a intervenir como actor, y se enrola en
el grupo The Flash Boys para acabar dándose cuenta, gracias a Dios, que
llevábamos demasiado tiempo sin un disco suyo. La solución, Reform School Girl.
Señores ¿qué es el rock and roll? Adrenalina,
energía, pasión, alma, potencia, sentimiento…¿Si? Pues este disco es todo eso y
mucho más. No exagero si afirmo que algunas de estas canciones podrían haber
estado en el primer disco de Little Richard y no hubieran desentonado para
nada. Porque el álbum es una fiesta de principio a fin. Un Curran, a quien por
cierto le acaban de diagnosticar un cáncer de lengua, canta y toca como nunca.
Exhuma clase. Respira esencia. Fluye soul. Desde la inicial y espectacular
«Tough Lover» (¿el tema del año?) que inicia el álbum poniendo las cosas en su
sitio y que, en mi opinión, mejora la original de Etta James. Pasando por «Reel
Rock Party» en la que Curran nos recuerda que esto es rock and roll pero que el
nació en 1977 y sabe actualizar su sonido. Aunque quiera recordar, eso sí, que
Howlin Wolf está en su paleta de colores, con especial atención para la
armónica de Jason Ricci, su Little Walter particular, sobrevolando toda la
canción. Y para llegar al tema que titula el álbum y que seguro hubiera
encantado a Joey Ramone. En la línea del «Be my baby» de las Ronettes o del
«Don’t Worry Baby» de los Beach Boys, Curran quiere sonar a clásico y lo
consigue con una de las canciones más bellas de los últimos tiempos. En esos
tres temas, el caballero resume lo que nos va a dar en los once que restan
hasta el final. Descargas como «Kill my baby», semidosis surferas como «Psycho»
o rock and roll de medio tiempo de esos que tan bien dominaba Esquerita como la
vuelta de Sheena, «Sheena’s Back», en un guiño a sus admirados Ramones. Un
disco sin fisuras ni en las canciones ni en la producción. «Ain’t no good»
introduce nuevas texturas tras la explosión de la extasiante «Baby you crazy».
«The Lowlife» nos lleva al respiro de «Dream Girl» para encarar un final de
disco apoteósico. «Flyin Blind» acercándonos algo al contry’n’roll y a figuras
como Carl Perkins, quizá por estar compuesta a medias con Dave Alvin que
aparece en algunos temas del trabajo y «Lusty L’il Lucy» que tontea con el
swing de lejos. «Filthy» duele de buena que es y sorprende al ser consciente
que es herencia de sus tiempos con Degüello. Y para acabar, la excelente e
impactante versión del «Rocker» de AC/DC que Curran lleva años haciendo en
directo y que aquí se despacha en apenas minuto y medio de puro Little Richard
(¿de nuevo?). No parece que el diagnóstico de su enfermedad durante la
grabación del disco restara ni un ápice de energía a Curran. Más bien todo lo
contrario. Nick nos chulea, desde el principio. Y a nosotros nos gusta. Háganse
un favor y no lo dejen pasar.
Sonando: Dream Girl de Nick Curran