No soy muy fan de Javier Marías (http://javiermariasblog.wordpress.com). No comulgo con algunos de sus pensamientos. Con otros sí. En cambio soy muy fan de Pep Guardiola, como casi todo culé ¿no? Hace unas semanas, Marías escribía una columna sobre Pep, y aunque no soy muy propenso a hablar de fútbol por aquí (aunque soy muy futbolero), merece la pena leerla con detenimiento porque sus reflexiones se pueden extender más allá del fútbol. Incluso a nuestra queriad música rock. Ahí va. Sacada de su blog, cuya dirección está ma´s arriba:
La dificultad de ser intachable
Ahora que Pep Guardiola ha abandonado el Barça tras cuatro temporadas
de éxitos, títulos y juego incomparables, hay que reconocer el enorme
problema al que se ha enfrentado, sobre todo en un país como este. En él
hay algunas personas -siempre pocas- que intentan hacer su trabajo,
triunfar -ambición bien lícita- y a la vez no resultar ofensivas para
los demás. Pero esa es una tarea casi imposible. Cuando alguien destaca y
no se pone prepotente ni chulo, ni se dedica a subrayar su propia
excelencia; cuando trata de restar importancia a sus logros y no
tomárselos muy en serio ni jalearse a sí mismo), y atribuir el mérito a
la suerte y a otros -en el caso de Guardiola, a sus jugadores-; cuando
no saca pecho sino que lo encoge, y procura ser respetuoso y elogioso
con quienes no alcanzan tanto o son derrotados por él, y se muestra
educado a ultranza, por lo general no se le permite comportarse de ese
modo, como si la mera existencia de ese alguien prudente, modesto,
cultivado y cortés fuera un ultraje. Tal vez lo sea, porque
inmediatamente acentúa el contraste con la mayor parte del resto.
España, en su conjunto, y con excepciones, es un país con tendencia a
la vileza, y por eso, con frecuencia, penaliza y castiga a quien no
participa de ella. Recuerdo cómo muchos intelectuales que habían servido
o apoyado a Franco durante su dictadura -varios al principio, cuando
la represión era más feroz- se justificaron diciendo que había que
ganarse la vida, o que habían actuado así para evitar represalias contra
un pariente cercano, o que -qué queríamos- habían jurado lealtad al
Movimiento porque si no no habrían entrado en la Universidad; y, sobre
todo, aducían que todo el mundo había hecho lo mismo, que nadie había
quedado sin pringarse en aquellos tiempos tan duros, sin importarles
que esto último fuera una gran falsedad y que además permanecieran
vivos algunos que no se habían prestado a lo que ellos sí se prestaron:
gente que malvivió por negarse a apoyar o a ensalzar a Franco, o que se
fue al exilio, o que padeció larga cárcel o se sumergió en la
clandestinidad. Por no hablar de los ejecutados por la misma razón. Se
hizo como si estos individuos no hubieran existido y se lanzó la especie
de que todo el mundo se manchó. Así se diluyen las culpas, que en
cambio son imposibles de ocultar si hay ejemplos de inocencia y de
intachabilidad.
Cuando hay alguien que, en el campo que sea (y por fortuna el del
fútbol es leve y en absoluto trágico), se esfuerza por ser intachable,
se le mete el dedo en el ojo reiteradamente a ver si reacciona de mala
manera y se lo puede arrastrar a la vileza y al fango en que los
españoles y españolizados se sienten tan cómodos. Por su afán de
conducirse civilizadamente en medio de sus éxitos, a Guardiola se lo
ridiculizó primero con la zafiedad también habitual aquí (“Mea colonia”,
“Es un cursi y un empalagoso”, “Va de filósofo”, “Nos restriega que
lee libros”, “Se hace el santo”, “Ya está bien de ir de modestito”, “Que
lo elijan Presidente de la Generalitat”). Después se lo acusó de haber
ganado lo que había ganado con trampas, favores arbitrales, de la
Federación, de la FIFA, de la UEFA y de Zapatero, cuando la
superioridad de su equipo había sido tan palmaria e indiscutible que
convertía en mediocres al Manchester United, el Arsenal o el Real
Madrid. Tan evidente era su supremacía que los partidos del Barça
empezaban a aburrir a los no
culés pese al maravilloso juego
desplegado: les faltaba dramatismo, incertidumbre, temor. Ahora, cuando
ha decidido marcharse tras una temporada brillante en la que no ha
conquistado la Liga ni la Copa de Europa, han saltado voces mezquinas
que lo han tildado de cobarde y de escurrir el bulto: “Cuando pintan
bastos para su equipo”, han dicho, mientras ese equipo ha mantenido su
fútbol admirable y ha machacado a la mayoría de sus rivales.
Es muy difícil ser intachable en España. Por lo general no sé
consiente, como si eso fuera un pésimo ejemplo o un precedente
peligrosísimo. Se intenta por todos los medios que quien aspira a ello
descienda a la arena y se líe a mamporros y navajazos, para que todos
estén igualados. Se lo provoca, se lo insulta, se le hace burla, se lo
difama, se arrojan sospechas sobre su labor. El iluso en cuestión
aguanta estoicamente los chaparrones, los venenos, las cuchilladas y los
golpes al hígado, sin reaccionar, sin ponerse a la altura de sus
detractores. Está empeñado en ser intachable, y ya eso es otro pecado:
“Pretende estar por encima, ¿qué se cree? Aquí hay que ensuciarse”. Eso
es lo que normalmente se busca en España, que se ensucie todo el mundo,
para que se note menos la suciedad ambiente. Las más de las veces el
iluso se harta, como es natural, y sucumbe: antes o después se lo obliga
a defenderse, porque si uno no reparte algo de estopa, su educación y
su contención se toman por debilidad y la tunda arrecia hasta dejarlo
tendido en la lona o camino del hospital. Guardiola, al marcharse, ha
felicitado a su mayor rival por su victoria y ha añadido una breve
frase, más bien críptica (“Han pasado muchas cosas que han quedado
tapadas por nuestro silencio”), que quienes lo malquieren se han
apresurado a ver como un triunfo, como la claudicación de su
caballerosidad. Ya son ganas. Tras cuatro años de méritos incomparables,
Guardiola se va sin haberse puesto una sola medalla y sin haberse
rebajado a participar en la reyerta nacional, que es lo que se le exige a
todo dios. No me extrañaría que, él que puede elegir su destino, no
volviera a entrenar nunca en este país.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 20 de mayo de 2012
Sonando:
Heroes de David Bowie