Si lo que yo vi el pasado viernes en la sala BARTS no es rock definitivamente no he entendido nada. Años y años escuchando a los Stones, a Elvis, a la Creedence Clearwater Revival, a Dylan, a Tom Petty, a John Hiatt, a Mellencamp, para nada. Tirados a la basura. Porque resulta que las enseñanzas e influencias de esa gente no te llevan al rock. Y eso es lo que dicen que le pasa a Quique González. Sus detractores, por suerte menos que sus seguidores, insisten en que en la música del madrileño no hay nada de rock y sí mucho de cantautor. Que en el escenario coincidan tres guitarras eléctricas atronando al grito de ¿Dónde Está el Dinero? es la nueva forma que han adoptado els Setze Jutges (glups) o Paco Ibáñez, pero desde luego, que no se me ocurra decir que es rock. Es lánguido, aunque en sus conciertos hayan apenas tres o cuatro temas lentos y en cambio muchas guitarras afiladas, poderosas, rasposas. Siempre toca lo mismo, aunque esta vez haya hecho un repertorio a la medida del bandón que lleva. Porque lo que forman Edu Olmedo, Boli, Edu Ortega y Pepo López no se puede denominar de otra forma. Y todo eso lo dice gente que, en muchas ocasiones, ni siquiera han visto a González en directo recientemente. Un Quique que, por cierto, crece bolo a bolo y que cada vez me recuerda más a mi admiradísimo John Mellencamp. Pues saben que les digo, de la manera menos rockera que se me ocurre, que ustedes se lo pierden y que, además, me importa un pimiento. No será rock pero me gusta y me hace vibrar. A fin de cuentas, de eso es de lo que se trata joder.
Sonando: Torres de Manhattan de Quique González