Hay cosas que a uno lo
marcan. Detalles de esos que convierten un concierto en algo mágico. Cosas que
quizá solo le llegan a uno pero que te noquean. Algo nimio, muchas veces, que
los que no viven en primera persona son incapaces de comprender. Todos tenemos
ese tipo de momentos. Y el domingo, en el espléndido concierto de Jim Lauderdale en
Rocksound se dieron tres de esos.
El primero de ellos tuvo
como protagonista una toalla. En un momento del concierto, cuando el bueno de
Jim llevaba seis o siete temas, mi amigo Quique González, que se había pillado
un avión desde Granada para no perderse el evento, me dice “habría que
conseguirle una toalla que el pobre está como un pollo”. Servidor se larga al
almacén y le pido una al gran Antonio que no tarde en ponerla en mis manos.
Haciéndome hueco entre la gente se la dejo a Jim a sus pies y el tipo,
encantador toda la velada, me da unas gracias con una sonrisa y un alzamiento de
cejas. Después, sobrado de tablas, acaba el tema y coge la toalla del suelo para
dirigirse al personal mientras me mira diciendo “Huy, me han dejado una
solicitud. A ver qué dice”. Y como si leyera la toalla empieza a hablar “Querido
Jim, me gustaría, si eres tan amable que pudieras tocar para todos nosotros una
de mis canciones favoritas de tu repertorio. Siempre me ha gustado esa canción
y…..”. Servidor, evidentemente babeaba ante tal ocurrencia y sentirme en un
0,0001 € protagonista de un servidor de Jim Lauderdale.
Segundo. Al llegar al
humilde Rocksound, Jim, un tipo que ha tocado en los mejores escenarios del
mundo empieza a mirar los posters colgados. Se fija en uno firmado por
Blackberry Smoke y me dice “¿han tocado aquí?” le digo que no, mientras
internamente pienso que si hubiera sido así a nuestro Antonio le da un ataque.
Le explico que es uno de los grupos favoritos de los dueños y que una persona
muy ligada a todos nosotros, nuestro Javi, fue el encargado de traerlos a
España varias veces. Le explico que lamentablemente ya no está con nosotros y
le enseño una foto que hay encima de la barra. Jim me mira y me dice “debía ser
un gran tipo. Y además le gustaban Blackberry Smoke”, y me da una palmada en el
hombro mientras me dice “tenéis un club que es una maravilla”. Le digo que no
es mío, pero no puedo evitar sentir que una parte muy pequeñita sí lo es. De
todos los que pasamos tan buenos ratos allí.
Tercer detalle. Quique y
yo charlamos fuera de la sala, apoyados en la pared cuando Jim sale para irse.
Nosotros estamos saliendo a la izquierda y él emprende camino hacia la derecha
en busca de su furgoneta. Fugazmente se gira hacia dónde estamos y al darse
cuenta de que estoy allí, vuelve tras sus pasos, se acerca y me espeta un “gracias,
ha sido un placer” ¿Un placer? Ha sido una maravilla Jim. Una muestra de que
ser tan grande en esto de la música no está reñido con la amabilidad y la
elegancia. No tenía necesidad de hacerlo. Era un simple gesto. Nada hubiera
cambiado en mi opinión hacia él porque toda la tarde estuvo encantador, pero lo
hizo.
Ah, si quieren mi opinión
del concierto, esta vez seré breve: insuperable.
Sonando: Wait
Til Spring de Jim Lauderdale
2 comentarios:
Este señor para mi es el maestro ceremonias ideal con todos mis respetos para guardar y recordar....demasiados discos
Lo de la toalla, gesto anecdótico pero no irrelevante, fue un momento encantador, como él en todo el concierto.
Se le intuye una persona generosa, lo que le hace más grande aún.
Uno de los conciertos que más he disfrutado últimamente (a ello también contribuye el rocksound y la gente que va a sus conciertos), y estoy deseando que pasen esos seis meses o un año para volverle a ver, como nos prometió.
Me grabé ese "Headed for the hills" maravilloso, del que nos hizo partícipes cantando con él. Maravilla.
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