En este país hay que atarse los machos para atreverse a sacar un mini elepé como este que firman los zaragozanos Rosarito. No es casual que utilice esta expresión, ya que nos encontramos, nada más y nada menos, con un disco de rancheras. Sí, sí, he dicho rancheras. No busquen aquí ecos de rock americano ni cosas similares porque no las van a encontrar, aunque sí una cierta querencia pop que los emparenta de alguna manera con aquellos Secretos que un día bebieron de las mismas fuentes que ellos: la música mexicana tradicional.
Aquí vamos a encontrar pasajes fronterizos y aromas norteños para explicar historias de amor, desamor y, por supuesto, forajidos. Tres años después del nacimiento de la banda, estos cuatro maños se atreven a autoeditar seis canciones que vienen a dar continuidad a aquel epé que firmaban hace apenas doce meses con el título de “Fresas salvajes” y que ayudaba a colocarlos en el mapa.
Se les ha de reconocer valentía al apostar por un estilo que me temo no los va a llevar al primer plano mediático, aunque servidor les pediría algo más de mala leche en sus próximas entregas, que espero que las haya. La ranchera se clava en el alma cuando araña, cuando duele y a ellos aún les falta dar ese pequeño paso que abandone cierta amabilidad que sobrevuela buenos temas como ‘Llegaron cuatro jinetes’ o ‘Mi última canción’. Eso sí, van por el buen camino.
Publicado en www.efeeme.com
Sonando: Mi última canción de Rosarito
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