Los habituales de esta
bitácora saben que Quique González es amigo mío. Muy amigo mío. Ayer lo llamé
para desearle mucha suerte ante el concierto que hoy tiene en el Mad Cool y que
se grabará para una edición en DVD. Un sarao que contará con la producción del
eterno Carlos Raya. Debo reconocer que me emocioné oyendo a Quique. Alguien que
lleva más de veinte años en esto y que sigue mostrando la emoción de un niño.
Estaba nervioso, como debe ser. Pero también seguro, y no me extraña, gracias a
la banda que lleva a su lado. Quique González volvió a darme ayer una lección
de cómo ser músico sin tocar una sola nota ni cantar una sola palabra.
Sé que hoy es un día
grande. Actúa en su ciudad, ante más público del que lo ha hecho nunca, con
unas canciones tremendas bajo el brazo y, aunque quizá no sea consciente, con
una carrera muy bien llevada y, sobre todo, como él ha querido llevarla. Porque
Quique ha llegado hasta aquí con sus principios, con sus ideas. No entraré en
si estos o estas son buenas o malas. Probablemente se ha equivocado, como
todos. Seguro que lo ha hecho. Pero lo ha hecho con la auto honestidad por
bandera. Nadie podrá acusarle nunca de haber hecho algo en lo que no creía para
llegar ahí. Llevándolo a veces hasta el extremo, pero teniendo claro que, si
había que morir, mejor hacerlo con “sus” botas puestas. Y esa es su grandeza. Y
que no nos lo cambien. Ese es el Quique que sus amigos queremos.
Hoy Quique González se
subirá a un escenario del Mad Cool y volverá a disfrutar y a sufrir con la
música. Porque ese es él. Un hombre que padece para darle a su público lo mejor
de sí mismo, pero que vive al máximo cada uno de los segundos que pasa encima
de un escenario. Yo no estaré allí, cosas del trabajo. Al menos no físicamente.
Pero sí estaré pensando en él y en lo bien que estará saliendo todo. Y si no,
como él mismo dice, siempre quedará Nina.
Sonando: Cuando éramos reyes de Quique González
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