Os engañaría si dijera que
no le tengo cierta alergia a determinadas bandas. Esas que pueblan algunos
medios escritos que todos conocemos y cuyo denominador común es la etiqueta
indie-rock y la grandilocuencia a la hora de concebir sus discos. Llenos de
arreglos imposibles de captar en su totalidad, alejados conscientemente de la
típica canción de tres acordes que aborrecen, obsesionados por los recovecos y
los cambios constantes. Cada uno sabrá colocar aquí los nombres que quiera.
Pero curiosamente hay un grupo que se suele sumar a esos nombres que me gusta.
Me gusta mucho. Ellos son Egon Soda, el proyecto liderado por Ricky Falkner.
Mis razones son sencillas.
Digan lo que digan, ellos suenan diferentes. Para empezar está la voz de Ricky,
cercana a las voces clásicas del rock americano, con la dosis justa de
rugosidad. Y luego las canciones. Más accesibles. Menos rebuscadas. Transmitiendo
algo. Jugueteando con el rock americano y el soul. Y encima mi amigo Charlie
Bautista, que ya participó en el disco anterior y con el que he tenido el
placer de tocar y grabar, ya es miembro de pleno derecho en este Dadnos Precipicios. Así que yo digo sí a
Egon Soda.
Sonando: La Recuperación de Egon Soda
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