Parece que la cosa va de
intocables. Y Bruce Springsteen es uno de ellos. Porque no es que su nuevo
disco sea flojo, sino que es muy flojo. Aunque todas las críticas parecen
afirmar lo contrario. Un compendio de
doce baladas de medio pelo y un tema un poco más acelerado dan forma a un
trabajo absolutamente insulso y anodino. Leo por ahí que es que Bruce se ha
vestido de crooner. Otro al bote. Y
aunque uno no sea muy fan del estilo, creo no es ese el problema, la verdad.
Porque tampoco veo yo ese croonerismo
en el disco. Aunque menos veo aún lo de “álbum del oeste” ¿Por qué? ¿Porque
está orquestado la mayoría? (quién te ha visto y quién te ve, Bruce). El western solo está presente en un
magnífico artwork, eso hay que
reconocerlo, con unas fotos excelentes que dicho sea de paso no reflejan, en
absoluto, lo que contienen sus canciones. Algo que no debería extrañarnos,
teniendo en cuenta que Springsteen no escribe una gran canción – no buena, ni
notable, ni pasable, sino grande – desde hace casi un cuarto de siglo.
Eso sí, uno no puede
hablar de esta manera de un disco de Bruce Springsteen y no dar razones para
ello. Así que vamos a ellas. Inicia el álbum “Hitch Hikin’”, un tema semi
acústico, ligeramente crepuscular que pierde todo el interés cuando aparecen
los arreglos orquestales, en su parte final. “The Wayfarer” nos hace tener
esperanzas. En su inicio recuerda al “Johnny 99” de Nebraska, pero las cuerdas la vuelven demasiado inofensiva con
rapidez y uno acaba teniendo la impresión de estar oyendo un tema AOR algo que,
independientemente de que te guste el estilo o no, no es lo que uno espera de
Springsteen. La impresión de que sería una canción perfecta como banda sonora
de Falcon Crest sobrevuela mi mente,
y no es la primera vez que me va a pasar. El final con unos coros que parecen
sacados de una canción disco de la Philadelphia de los 70 lo acaba de estropear
del todo. No pierdo la esperanza. No al menos hasta que “Tucson Train” arranca
y extraigo la primera conclusión: Ron Aniello se ha cargado buena parte del
disco con su producción. Problema también achacable al Boss, no haberlo elegido. Quiero, pero no puedo. Como Bruce. Yo que
me guste. Él hacer un buen disco. “Western Stars” pretende ser desértica,
ligeramente fronteriza, con una buena estrofa, pero un estribillo muy poco
inspirado. Larga y plana es una buena muestra de lo que es el disco. En cambio
“Sleepy Joe’s Café”, con su ritmo trotón y su acordeón nos alegra un poco la
vida. Quizá es que la orquesta ha desaparecido casi por completo, pero es la
primera canción del lote que, sin ser nada del otro mundo, me parece que cumple
su objetivo. Con “Drive Fast (The Stuntman)” vuelve el tono lento, esta vez
marcado por el piano que parece ser el instrumento con el que se ha compuesto
todo el álbum, y con “Chasin’ Wild Horses” nos planteamos si no hemos oído ya
un par de veces esa canción. “Sundown” parece seguir la misma línea hasta que a
los 20 segundos se acelera ligeramente para situarse de nuevo en el AOR. Con
“Somewhere North of Nashville” llega la salvación. Para mí la mejor canción del
disco. Un tema tremendamente Nebraska,
de nuevo, al que quizá le sobran los violines, y que también tiene una de las
mejores letras del álbum. Y llega “Stones”. Supongo que esta debe ser la
canción en la que se basan aquellos que definen el disco como western, porque
su inicio es el único momento del trabajo que lo es al cien por cien, aunque la
línea insulsa continua. Tranquilos. Podría ser peor. Y lo va a ser. Si no
teníamos suficiente con la orquesta, Aniello le mete a “There Goes My Miracle”
una batería programada o tremendamente sobreproducida (ya me perdonarán, pero
no disponía de los créditos concretos) para poner la guinda. Al final, la cosa
acaba con la ya conocida y avanzada “Hello Sunshine” y un “Moonlight Hotel” que
es la clásica balada del Bruce del s. XXI. Un tema que en cualquiera de sus
discos sería de relleno y que aquí también se me antoja de lo mejor del lote.
Demasiado poco. Sí, es
Bruce Springsteen y lo respeto. Más por lo que ha sido que por lo que es. Y ese
respeto es lo que me lleva a no engañar a nadie. A no decir lo que no pienso. A
un artista se le respeta dando tu opinión sincera. Valorando su trabajo y
diciendo, como crítico, si te gusta o no. Algo que, por supuesto, no es palabra
bíblica, ni la verdad absoluta, sino tan solo una opinión. Al que le haya
gustado el disco, que lo disfrute. Yo, si quiero un disco que suene al mejor Springsteen
me pondré el último de Dave Hause. Si opto por lo crepuscular me iré a Ian Noe.
Y si simplemente quiero un gran disco de rock americano seguiré dándole vueltas
en mi reproductor a esa maravilla que ha sacado Ryan Bingham.
Publicado en Mondosonoro
Sonando: The Hardest Lessons de Chris Shiflett
4 comentarios:
Disco simpatico de abuelito teñido buscando buen tiempo..no me estorba
Como bien dices, es tú opinión, opinión que no comparto. No creo que el disco sea tan malo como lo pones, para mí, sí tiene algo mas, creo que según le escuchas mejora, desde luego no va a mejorar hasta hacerse grande, eso también es verdad, lo que sí que estoy de acuerdo en mi modesta opinión que la producción si es la responsable de los excesos en esos arreglos orquestales, muy mala, creo que las canciones si tendrían mejores posibilidades con otra producción y menos arreglos y/o mejores arreglos. Por otro lado que Bruce trate de hacer algo diferente, no debería ser tan criticable.
las dos primeras canciones que se mostraron me gustaron mucho... no soy un fan de Bruce en cuanto a que no sigo su carrera con detalle, pero me gusta que esté activo y en buena forma... será cuestión de escucharlo completo a ver si aburre o no... saludos!
Tengo un par o tres cosas suyas, las imprescindibles. Reconozco su grandeza, que personalmente solo me convence por imperativo legal. Esta entrada corrobora mi opinión.
Saludos,
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