Walter Salas-Humara es de
esos artistas que me gusta que me gusten. Ya sea al frente de The Silos o en
solitario, reconozco haber hecho un esfuerzo, que a veces no hago con otros,
para entrar en sus discos y, sobre todo, en su universo. Su último trabajo
responde al título de Walterio, que no es más que la traducción hispana de su
nombre. Y es que cabe no olvidar que el tipo tiene origen cubano, aunque pasara
buena parte de su infancia en Florida. Soy de los que piensa, además, que su
fichaje por Blue Rose, en 2001, le hizo mucho bien. Firmar por una compañía
dedicada básicamente a la música de raíces norteamericana hizo que centrara su
propuesta, y que sus discos tuvieran más coherencia. Lejos de los tiempos en
que Rolling Stone lo consideró el mejor artista novel de country alternativo,
mediados los ochenta, Walter empezó a lograr una madurez artística que
convirtió cada uno de uno trabajaos en obras completas que trascendían lo
musical. Y ahí, probablemente es altamente influyente su carrera también como
artista visual. En Walterio no hay grandes cambios de rumbo, nada que nos
sorprenda especialmente. Quizá, porque Salas-Humara nos tiene acostumbrados a
hacer buenos discos, y este es otro más. Además, como es también habitual, no reniega
del sonido Silos y lo introduce en piezas como «Here We Go» o «Out Of The Band»
Y también incluye sus habituales guiños a la lengua de sus ancestros en «Hecho
en Galicia» o «El Camino de Oro». Eso sí, no consiguió entrar en ninguna lista
de lo mejor del año pasado. Ni siquiera en la mía. Cosas de ser un eterno perdedor.
Sonando: She’s a Caveman de Walter Salas-Humara
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