Mediados los setenta,
Steve Earle es un músico en ciernes que se ha trasladado a vivir a Nashville en
busca de su sueño (más tarde se marchará a Texas). Allí presencia una actuación
de Lynyrd Skynyrd, tras la cual se acerca a los camerinos a saludar a la banda.
Ronnie Van Zant, su líder, entabla una breve charla con el joven y tras
animarle a continuar le regala su collar y le vaticina que “si trabajas duro y
sigues creyendo en ti mismo, también llegarás a ser una estrella del rock algún
día”. Aproximadamente una década después, con la publicación de Guitar Town, su primer disco, en 1986,
las predicciones de Van Zant parecen haberse cumplido. Pero Steve no encaja
bien la fama y, además, no es un tipo estable. Sin suponerlo, ese será el
inicio de su descenso a los infiernos, que acabará de producirse a principios
de los noventa y de los que saldrá en 1995 con el espléndido Train’A Comin.
Cuatro aspectos, dos
anteriores a su publicación, y dos posteriores, explican a la perfección lo que
supone Train’A Comin en la carrera de
Steve Earle. El primero de ellos es su ingreso en prisión. Earle había sido un
consumidor de estupefacientes desde sus años mozos, pero la cosa se desmadra
con la edición de su cuarto trabajo, The
Hard Way (1990) que nos muestra a un músico muy desmejorado, sin apenas
dientes, a causa de sus adicciones. En 1993 es arrestado por posesión de
heroína, y un año después por posesión de cocaína y armas, siendo condenado a
18 meses de cárcel después de admitir la posesión, pero no presentarse al
juicio. Steve llama a esa etapa de su vida “vacaciones en el ghetto”, y suponen
el segundo elemento básico para entender la grandeza de Train’A Comin: su estancia entre rejas. Earle solo pasa 60 días en
prisión y cuando sale es ingresado en un centro de rehabilitación en Hendersonville,
Tennessee. El tiempo en la cárcel lo dedica a componer alguna canción, pero
sobre todo a reflexionar a partir de las cartas que le escriben gente como Emmylou
Harris, John Mellencamp o, sobre todo, su admirado Johnny Cash. Eso le hace
decidir luchar por su recuperación y por tener una carrera consistente,
siguiendo como si fueran casi ley, los consejos que Cash le da en sus misivas.
Cash le marca la línea, y Steve decide seguirla. No en vanos e trata de alguien
que ya ha pasado por esos mismos problemas y puede hablarle de igual a igual. Y
eso Steve lo agradece.
Pasemos a las semanas
siguientes a la publicación de Train’A
Comin. Steve Earle presenta el álbum en el Tennessee Performing Arts Center
cuando se produce un revuelo en la sala y la gente deja de prestar atención al
escenario para hacer caso a un tipo de cabello blanco que se había incorporado
a la velada desde un lateral. Se trataba del mítico Bill Monroe, decidido a dar
la bienvenida a Steve, y que no duda en subirse al escenario con él. Algo que
Earle definiría con una frase: “cuando el capitán está en el puente, el capitán
está en el puente”. El músico entendería meses más tarde lo importante que era
que alguien como Monroe bendijera su regreso, cuando tras su fallecimiento, se
enteró que él había sido el único en tender la mano a su admirado Hank Williams
cuando en 1952 fue expulsado del Grand Ole Opry por llegar borracho.
El cuarto momento apuntado
tendrá lugar poco después. Steve se encuentra actuando en el Bluebird Café (concierto
publicado después en disco) junto a su amigo Townes Van Zandt y un Guy Clark al
que hace veinte años que no ve. Al arrancar “Ellis Unit One”, olvida la letra y
los acordes, y un respetuosísimo Clark le ayuda con las partes de guitarra para
agacharse, besar el instrumento y asegurar al público que “amo a Steve Earle”.
Son cuatro pinceladas,
solo cuatro, pero que muestran a la perfección quien es el Steve Earle que graba
Train’ A Comin. Un disco acústico con
el que, curiosamente, en su texto de presentación el propio Earle asegura que
“odio la MTV”. En una época en que el formato Unplugged ha dominado el canal musical por excelencia de los
noventa en Estados Unidos, el niño malo del country rock regresa con un trabajo
de guitarras acústicas, sobrio, y cagándose en el formato. Cinco años después
de su anterior disco vuelve con una banda básica, integrada por la mandolina de
Peter Rowan, el dobro y el violín de Norman Blake, el bajo puntual de Roy
Huskey Jr. y los coros de su ya amiga inseparable Emmylou Harris. Con
excelentes canciones bajo el brazo como “Sometimes She Forgets”, “Angel Is The
Devil” o un “Goodbye” que la propia Emmylou incluirá en su disco Wrecking Ball, grabado junto a Daniel
Lanois. Y con una serie de versiones absolutamente aplastantes y que Steve hace
totalmente suyas: "Tecumseh Valley" de su amigo y maestro Townes Van
Zandt, “I’m Looking Through You” de Lennon y McCartney, y una sorprendente y
maravillosa “Rivers Of Babylon”, tradicional rastafari de The Melodians. Los
temas propios, en general, provienen de la época previa al ingreso en prisión
de Earle, como si el músico quisiera retomar su carrera allí donde la dejó. En
cambio, “Goodbye”, convertida desde la primera escucha en uno de sus grandes
clásicos, había sido compuesta durante su estancia en la clínica de
rehabilitación, como paso de esta y “Angel Is The Devil” en sus 60 días de
cárcel. Steve suena crudo. Adusto. Grabado solo en cinco días, el disco
persigue y consigue sonar a clásico. Rebuscando en lo más profundo de la
tradición logra sonar como un músico recuperado. Espléndido. Despojado de
cualquier tipo de protección. Como una última metáfora del proceso de limpieza
al que había sometido a su organismo. Y así entrega una de las mejores obras de
su carrera. Un disco que, con todo merecimiento, recibiría una nominación al
Grammy al mejor disco de folk contemporáneo. Un premio que curiosamente se
llevaría Emmylou Harris con el citado Wrecking
Ball, como hemos indicado, con “Goodbye” entre su lista de canciones.
Magnífico, se mire por donde se mire.
Publicado en Efe Eme
Sonando: Angel Is The Devil de Steve Earle
1 comentario:
Pues magnífica también la entrada. Mi admiración por Earle gana muchos enteros gracias a este texto, exacto y lúcido, a veces también conmovedor. Gracias.
Saludos,
JdG
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