Que John Hiatt no es capaz de hacer un disco malo no es algo que me apetezca mucho entrar a discutir ahora. La cantidad de argumentos que tendría para defender dicha afirmación sería tan grande que, probablemente, acabaría aburriendo al lector. Especialmente a aquel que se acerca a esta crítica esperando saber si el norteamericano sigue construyendo esa carrera impecable que lo ha caracterizado hasta el momento o no. Cierto es que, en sus últimos trabajos, todos por encima del notable se había adueñado de la música de Hiatt un cierto aroma a reincidencia que podían aventurar que lo mejor de su carrera ya había pasado. “The eclipse sessions” sirve para, de un plumazo, acabar con todas las dudas, porque no me parece arriesgado asegurar que estamos ante una de las obras magnas del de Indiana aspecto que, si tenemos en cuenta lo apuntado al inicio de este párrafo, es algo de dimensiones enormes.
Dicho esto, y empezando por el final, para aquel que quiera abandonar la lectura y yendo al grano, “The eclipse sessions” es una maravilla de disco. Una auténtica delicia para cualquiera que sienta cierto afecto por la música norteamericana y una obra maestra para los amantes del género. Con la sorprendente ausencia del habitual Doug Lancio, Hiatt se ha reunido con Kevin McKendree, Kenneth Blevis, Patrick O’Hearn, y su propio hijo para buscar la esencia en la banda reducida. En la formación más clásica del rock norteamericano. Ante ellos se presentó con un puñado de canciones que esta vez no plasmaban la realidad que le rodeaba, sino que rebuscaban en su interior. Acercando sus sentimientos más ocultos a la epidermis para hacerlos públicos a través de esa voz nocturna que ha convertido en marca de la casa.
Los que vimos la actuación de John Hiatt en el pasado Huercasa Festival, que contamos aquí, veníamos en una auténtica burbuja, convencidos de que habíamos visto a un artista en un momento cumbre de su carrera. Y eso nos hacía afrontar este disco con reticencias. Pensando probablemente que John iba a ser incapaz de grabar algo que capturara todo aquel saber que nos había transmitido en el escenario. El que representa la tradición yanqui. Esa escuela de country, folk y rock de cuya facultad es profesor doctorado. Ilusos nosotros. Porque Hiatt da con este, su ya vigesimotercer trabajo, otro puñetazo encima de la mesa. Con canciones tan indescriptibles por su grandeza como ‘All the way to the river’. Reinterpretando el folk y el blues con tanta clase como lo hace en ‘Cry to me’. Jugueteando con el rock universitario en ‘Outrunning my soul’. O calzándose las botas de uno de sus músicos favoritos, el desaparecido JJ Cale, en ‘Poor imitation of good’. Cargado de razones para seguir considerándolo uno de los más grandes músicos que ha dado el teórico país de las libertades. Reclamando constantemente su puesto al lado de los más grandes. Un lugar que le pertenece por esencia. Sentando cátedra, simplemente, a través de una excelsa colección de canciones. Simplemente, he dicho.
Publicado en Efe Eme
Sonando: All The Way To The River de Steve Earle
1 comentario:
De mis mas favoritos. Discazo!
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