¿Puede ser la
tristeza algo bello? Probablemente la mayoría estaríamos de acuerdo en una
respuesta afirmativa a esta pregunta, pero ¿y si esa tristeza es algo tan
desgarrador como una muerte de alguien joven? Seguramente también. Es probable
que incluso ya estemos dándole a la cabeza y logrando que aparezcan en nuestra
mente discos tristes. Either/Or de Elliott Smith, For Emma, Forever Ago de Bon
Iver, Unknown Pleasures de Joy Division, I See a Darkness de Bonnie Prince
Billy, Blue de Joni Mitchell…La lista es seguramente inacabable. Y a ella hay
que añadir ahora el nuevo trabajo de Los Hermanos Cubero.
Nace este disco de
una desgracia, la muerte de la mujer de Enrique Cubero, Olga, a causa de un
cáncer. Y parte de un dibujo, convertido ahora en portada, que su hija hizo
cuando en el colegio le pidieron que dibujara la tristeza. “Fue un trabajo del
colegio” nos dice Quique. “Le pidieron dibujar la tristeza y cuando mi hermano
Roberto lo vio, pensó que tenía que ser la portada. Yo, como en todo este
proyecto, no estaba muy seguro de ello”. Porque Quique no escribió las
canciones de este disco para integrarse en el repertorio de los Cubero.
Simplemente necesitó escribirlas. Necesitó una vía de escape para aquella
angustia. “Al principio no podía ni cantarlas, claro. Ahora, a veces voy por la
calle tarareando una y si no me doy cuenta no pasa nada, pero si lo pienso, se
me puede hacer un nudo en la garganta”. Una situación nada fácil en la que la
música sirve, una vez más, de terapia reconstituyente. “También me sirvió mucho
hacerlo. Me sirvió para no quedarme ahí todo el día dándole vueltas. Era una
forma de sacarlo todo fuera. Alguno puede pensar que es algo exhibicionista y
realmente nunca me ha convencido eso de abrirte al 100% pero en esta ocasión lo
hice por necesidad”.
Añaden para dibujar
mejor esa tristeza el contrabajo de Oriol Aguilar y el violín de Jaime del
Blanco, “la formación que siempre hemos pensado que sería ideal si algún día
aumentábamos el proyecto, aunque será algo puntual para este disco, probablemente”.
Grabado al borde del desgarro, en absoluto directo, estamos ante un disco que
probablemente podríamos definir de conceptual y en el que Los Hermanos Cubero
se alejan ligeramente y de manera consciente de lo castellano para acercarse a
sonoridades más americanas y hasta británicas, aunque siempre dentro el
folk. Hay que estar preparados para no
sufrir con canciones como “Un suspiro y un beso”, “El tiempo pasó” o “Quisiera
poder rezar”. Crudas, directas a las entrañas, duelen en cada nota, pero, igual
que a su autor, también ayudan al oyente. “Todos tenemos algún caso al que
podemos asimilar esos sentimientos”. Y aunque no es un álbum accesible en
cualquier momento sí que se hace necesario en cualquier discografía de música
nacional que se precie.
Publicado en Efe Eme
Sonando: El Tiempo Pasó de Los Hermanos Cubero
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