Sería fácil calificar
Desastre de ser precisamente eso, un desastre. Pero, aparte de ser un recurso
malo y facilón, sería mentira. Porque nos hallamos ante una muy buena novela
gráfica. Una obra que se construye sobre un dibujo no brillante, aunque sí suficiente
para dar vida a un guion magnífico.
La cosa es sencilla. De
hecho puede parecer incluso manida. Un viaje en el tiempo de un tipo que pasa
de los años veinte a 2078. Pero es que eso es lo d menos. Porque Fran Fernández
utiliza esa excusa para hablarnos de la alienación y las dificultades de
adaptación. No es que Dashiell Collison, nuestro protagonista, no sepa
adaptarse al año en que está viviendo, sino que no quiere hacerlo. Más allá de
la resistencia al cambio no tiene puñeteras ganas de dejar su zona de confort y
se muestra hastiado contra todo aquello que le obliga a cambiar. Sorprendente
buen texto para tratarse de un debut.
Sonando: Sugar Baby de Amelia White
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