“Yo no sé lo que es la
clase, pero eso…es clase”. Frase de nuestro querido amigo y músico-adicto Lluis
Beltran. Un hombre que ha visto más conciertos que el 95% de los mortales y que
sigue siendo capaz de darse cuenta cuando algo es especial. Y la actuación de
Chris Isaak en el Azkena Rock Festival lo fue. Por eso el bueno de Lluis
pronunció esa frase casi sin darse cuenta de que estaba definiendo a la
perfección el segundo paso del de Stockton por el escenario de Mendizabala. Un
Isaak que sigue llenando el escenario con una actitud que solo visten los
elegidos. “Soy el mejor y lo sabes”, parece decir desde esa mirada casi
infantil que derrite al que se enfrenta a ella. No entraré en guerras sobre si
el suyo fue mejor o peor concierto que el de John Fogerty. Me da igual quien
reinó en este Azkena. De hecho, el amigo Lluis (una vez más), me dio una nueva
lección en el tren de vuelta a casa. “Me gustaron mucho los dos, y The Cult
¿importa cuál fuera mejor?”. Pues no, Lluis, poco importa. Solo quedó claro que
el de Isaak fue uno de los momentos cumbres del festival y eso es innegable.
Vestido con uno de esos
trajes azul eléctrico, lleno de
lentejuelas, y que solo pueden quedarle bien a él, Chris Isaak demostró en Mendizabala
que puede plantare en medio de un festival cargado de electricidad, y con menos
velocidad que en su anterior visita seguir marcando terreno. Da igual si lo
hace con clásicos suyos como «Two Hearts», «Blue Hotel», la coreada «Wicked
Game», «Somebody’s Crying» y «San Francisco Days» o con versiones, no por
conocidas, menos disfrutables como «Pretty Woman» o ese «Ring of Fire», en su
repertorio desde que la grabara en ese homenaje a Sun Records que fue Beyond the Sun (2011). Lo bordó con «La
Tumba será el Final», esa ranchera original de Los Invasores de Nuevo León que
ha tocado todo quisqui - aunque pocos con tanta elegancia -, nos hizo un guiño
con «Blue Spanish Sky» y sorprendió con una versión del «I’ll Go Crazy» de James
Brown.
Chris Isaak repitió en el
Azkena y como en 2010 mereció salir a hombros. No tuvo que lidiar, como
entonces, con la lluvia. De hecho venía con parte del partido ganando de
antemano porque flotaba en el ambiente la expectativa de gran concierto, pero a
veces eso es incluso más difícil de superar que el que se espere poco de ti.
Casi 18.000 almas pensaban que Chris Isaak bordaría su actuación. Y lo hizo.
Soltando esos falsetes tan suyos como el que pasa por delante de un micrófono y
como quien no quiere la cosa pensara “voy a cantar un rato”. Aparentemente sin
esfuerzo. Alzando la ceja al respetable. Guiñando su ojo izquierdo. Mutándose
en crooner micro en mano para derretir corazones. Sintiéndose siempre arropado
por una banda que, y probablemente ahí resida una parte importante de su éxito,
lleva treinta años haciéndolo. Inconmensurable. Fantástico. Inmejorable.
Soberano. Irrepetible. Imponderable. Superior. Inhumano. Dios.
Publicado en www.ruta66.es
Sonando: Two Hearts de Chris Isaak
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