No seré yo quien diga que
no está bien que los músicos evolucionen, faltaría más. Un artista debe decidir
qué pasos dar en su carrera y hacia donde dirige la misma, pero creo que, en
esta ocasión, Imelda May se ha equivocado. Ha sido valiente, y eso hay que
reconocérselo. Ha roto con todo lo que había hecho en el pasado pero el paso ha
sido demasiado irregular para saber las consecuencias de ese cambio. La
bellísima Imelda, con cambio de look incluido desde hace meses, ha optado por
un trabajo delicado, cargado de medios tiempos y baladas de corte jazzy que, a
pesar de estar muy bien interpretadas, dejan a uno la sensación de frialdad
absoluta.
Y es que ni la producción
del siempre infalible T Bone Burnett salva esta vez el álbum del descalabro. Y
no, no estoy pidiendo que la irlandesa se quede para siempre anclada en ese
rockabilly que, por otro lado, le sentaba tan bien. Pero un cambio de este
estilo requiere mayor reflexión a la hora de seleccionar unas canciones que colaboran
a la sensación de monotonía, y un proceso probablemente más largo y pensado del
que se ha llevado a cabo aquí. Cierto que tiene el reclamo de las
colaboraciones de Jools Holand en “When It’s my time” o csobre todo Jeff Beck
en “Black Tears”. Que su divorcio ha marcado, y mucho, este trabajo,
inclinándolo hacia la oscuridad. Y que a pesar de todo eso contiene algún buen
momento como “Should’ve been you” o la fronteriza “How bad can a good girl be”.
E incluso que podemos reconocer a la anterior Imelda en “Game changer”, pero es
demasiado poco. El riesgo, en dosis más
pequeñas le hubiera sentado mejor. Aprobado raspado.
Publicado en Mondosonoro
Sonando: How bad can a good girl be de Imelda May
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