Es curioso que a pesar de que la mini gira que acaba de traer a
Sturgill Simpson a nuestro país se presentara como “Solo Tour” muchos
esperaran la presencia de una banda de apoyo junto al de Jackson. Evidentemente
eso no sucedió, pero tampoco impidió que todo el mundo saliera de la
Sala Rocksound con una sonrisa de oreja a oreja ante el buen show
presenciado. Cierto es que con su repertorio, basado evidentemente en
los dos excelentes discos que son High top mountain y Metamodern sounds
in country music, la cosa debe ser más sencilla. Pero también lo es que
los conciertos acústicos no son fáciles y una buena lista de canciones
no es garantía de éxito. Hace falta también una buena capacidad vocal e
instrumental, actitud y tablas. Muchas tablas. Cualquiera no puede
enfrentarse a una audiencia parapetado detrás de una guitarra y salir
airoso. Pero Simpson lo hizo. Porque va sobrado de todo eso.
Cerca de hora y media estuvo el norteamericano sobre las tablas de
una sala que parece mejorar en cuanto a sonido con cada concierto que
pasa. Tiempo en el que desgranó sus discos casi al completo y nos
compungió con una soberana versión del «Crying» de Roy Orbison que se
llevó a su terreno con aparente facilidad y una maestría al alcance de
muy pocos. Vibró e hizo vibrar y en lo único que falló, y que también
piden estos conciertos, es en la comunicación con un público respetuoso
como en pocas ocasiones se puede ver. No hubiera estado de más algún que
otro comentario más entre canción y canción, pero la cosa no podía ser
perfecta. Aunque poco le faltó.
Reseña publicada en la wbe de Ruta 66.
Sonando: Railroad of Sin de Sturgill Simpson
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