Nadie duda hoy en día de que el soul está de moda, pero pocos
recuerdan como arranca este revival de un estilo considerado entonces
por muchos prácticamente acabado. Y es que debemos remontarnos a los
noventa y la aparición de figuras como D’Angelo y Lauryn Hill para
entender el origen de todo. Ambos se hicieron habituales de los
primeros puestos de las listas de éxitos y sus canciones se contaban por
bombazos. Estados Unidos estaba por la labor y nombres como los de Macy Gray, Angie Stone o especialmente Alicia Keys
se convirtieron en súper ventas con lo que se dio en llamar new soul,
un estilo que si bien conservaba ramalazos del r’n’b más comercial
también mostraba un respeto absoluto por los orígenes.
Aunque fue sin duda Reino Unido el culpable de la consolidación de esa tendencia. Primero con la aparición de Joss Stone y su “The Soul Sessions” (2003) y, sobre todo, con la llegada del torbellino Amy Winehouse y su segundo disco, “Back To Black” (06). A partir de ahí nos acostumbramos a recuperar a veteranos injustamente olvidados como Sharon Jones o James Hunter; a que músicos de rock como Mike Farris se convirtiera al “soulismo” y al gospel; o a la aparición de nuevas figuras ya entradas en años como Charles Bradley o Lee Fields. Vimos normal que el soul pudiera ser superventas con casos como el de Aloe Blacc. Y también, por qué no decirlo, nos acostumbramos al bastardismo. A la mezcla del soul con otros estilos (desde Ray Lamontagne
hasta una lista que podría ser interminable) que han dado como
resultado discos espléndidos y una lista de nombres que, en mayor o
menor medida, deben ser tenidos en cuenta para entender todo lo que gira
alrededor de la música negra del nuevo milenio. Hay country, hay blues,
hay folk…pero como denominador común, en todos, en absolutamente todos,
se encuentra la música del alma.
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Sonando: Sunday Morning de Eric Lindell
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