jueves, noviembre 11, 2010

La culpa de todo fue de J.R.

Podría ser el eterno protagonista de Dallas, aquella serie que veía con mis padres en TV3 los domingos por la noche cuando era un chaval y la cadena autonómica acababa de estrenarse. Pero no me refiero a él. Miren que he leído a gente. A periodistas. He conocido a muchos. Trabajo con muchos. Comparto aficiones. Algunos de ellos han tenido mucho que ver en mi “conversión” a su secta y, sobre todo, en llegar a ser un aprendiz de musicólogo. Así, a bote pronto, diría que los más influyentes en mi “carrera” (que gracia llamarlo así, suena tan petulante, igual que la propia palabra “petulante”) fueron varios. En primer lugar Juan De Pablos. Él me enseñó el amor desenfrenado por la radio. Le conocí a mediados de los 90 y no puedo olvidar un viaje en tren en el que me planteé charlando con él, por primera vez, que yo quería ser así. Después está J.F.León. Mi buen amigo, maestro y mentor. El primero que me dio cancha gracias al buen hacer de mi otro buen amigo Jonathan Vidal. Durante mucho tiempo consejero espiritual impagable. Le sigue mi tocayo Edu Ranedo. Le conocí cuando yo quería ser estrella del rock y hoy escribimos sobre otras estrellas en la misma revista. De rock, claro. Edu es un crack. Respira rock. Es rock. Y creo que tras ellos, y como decía hace algunas semanas, vendría Alfred “Coco” Crespo. Ya lo puse “guapo” hace unos posts así que no insistiré. Un crack. Como el resto.

Eso sí. Hay uno más importante que todos ellos y probablemente nadie lo sabe. Voy a explicarme. Tuve mi primer reproductor de CDs hacia 1993. Hasta entonces mi pasión por la música se reflejaba en las cintas de casette. No tenía muchas (en comparación con lo que hay ahora por mi casa). Quizá unas doscientas. Las escuchaba en un radiocasete de “doble pletina”. Como Dios manda. Mis favoritas a principios de los 90 eran un par de Elvis compradas en una gasolinera que hacían el servicio como Grandes Éxitos, el primer disco de los Dire Straits (sí ¿qué pasa? creo que casi todo el mundo ha “pasado” por ese disco), el Born in The USA de Springsteen, Return to Magenta de unos desconocidos Mink DeVille, How Will The Wolf Survive de Los Lobos y Greatest Hits Volumen 1 de Bob Dylan. Las compraba en discos Pelayo antes de que esta se convirtiera en discos Balada para desaparecer después. Pero en el año 92 iba a producirse algo más importante que las Olimpiadas de Barcelona en la vida de un servidor. El 30 aniversario de la carrera de Bob Dylan ¿Exagerado? No, ya verán. Yo había visto a Dylan en el 89 en el Palau d’Esports de Barcelona y en el 91 en Sevilla, en el Festival Leyendas de la Guitarra. Mi conversión al dylanismo era casi un hecho pero faltaba la puntilla. Y esa la dio J.R.. José Ramón Pardo, entonces presentador de M80 y que iba a conmemorar el aniversario, que acabaría con el mítico concierto lleno de invitados en el Madison Square Garden, con 24 horas dedicadas a la figura de Dylan ininterrumpidas. Yo, más chulo que un ocho, comenté a mis amigos que aquel fin de semana no iba a salir de casa. Compré cintas de 120 minutos, preparé mi casette con el REC a punto y las grabé ¡enteras! 24 horas de radio dedicadas a Bob Dylan. Ese programa, además, me sirvió para saber que yo quería ser un coleccionista de discos. En menos de un año completé la discografía del bardo en casette, en poco tiempo más en CD y finalmente en vinilo. Pero el coleccionismo fue más allá. Si valía la pena tener toda la discografía de Dylan igual también valía la pena la de otros. Empezar a trabajar me dotó de mayor poder adquisitivo, claro. Y el pescado estaba todo vendido.

Hoy miro mi colección y sin querer sonar…arrogante (palabra por cierto menos petulante que petulante y que viene a significar lo mismo) descubro que he comprado una media de 176 discos al año ¡Casi nada! La media no llega por poco a un disco cada dos días…¿Y a qué viene esto? Pues toda esta reflexión viene a cuenta de que ayer a alguien se le ocurrió decirme que por culpa de gente como yo, que baja música de Internet (sí, lo hago, confieso, soy un pecador) se está acabando la industria y se van a dejar de hacer discos ¡No te jode!¡Y eso se lo dicen a un tío que tiene sus discos asegurados en el banco!¡Me cago en mi puta cara!¡Joder, que rabia! Probablemente si los que piensan de esa manera y acusan a otros sin saber se callaran la bocota y compraran sólo un disco al mes, otro gallo cantaría a los artistas. También pueden decir que la culpa es de J.R.. El de Dallas, no Pardo. Puestos a buscar culpables…¿Cuántos discos compran los miembros de la SGAE? A no, claro, que a ellos les llegan gratis. Pues podrían regalar los promocionales y gastarse la pasta. Que tienen mucha. Hay perdonen. Que Teddy Bautista dice que lleva tres años con el sueldo congelado. Mire. Se lo cambio ¿vale? Yo también llevo tres años con el sueldo congelado y este año me lo han bajado. Y no soy funcionario, por si alguien lo está pensando. Le cambio su cochazo, sus pisos, sus apartamentos por los “míos”. Eso sí. Mi colección de discos ni tocarla. Usted no sabría apreciarla. Ya me entiende.

Sonando: Honest with me de Bob Dylan

4 comentarios:

Juanfraner Canino dijo...

Amén.

Atalanta dijo...

Evidente, pirateo porque no queda otra, pero soy de los pocos que sigo comprando discos.

manel dijo...

No hay más que decir..Ayer estuve, tras el bolo de Nick Curran, en el local que ha abierto la SGAE en los bajos del Arteria Paral.lel, una especia de piano bar con música en directo súper elitista...No veas que despilfarro de lujos..Y las copas, gin tonic, a 14 euros.....Supongo que será para que Teddy pueda subirse el sueldo..Saludos.

Redacció dijo...

Sin blogs o con blogs, con internet o sin internet siempre han comprado discos los mismos. Respecto a la Sgae, que más puede decirse de ellos. Todos sabemos lo rastreros que son, pero no basta solo saberlo o decirlo, falta que artistas de renombre empiecen a moverse de manera diferente, hay alternativas, mirad Marxophone, en Valencia Malatesta Records (cooperativa de músicos), ahora las palabras contra la Sgae ya no bastan. Falta pasar a la acción.
Un Saludo