Curioso engendro el de los
discos navideños. Una costumbre yanqui que, afortunadamente, y en contra de lo
que suele ser habitual, no ha cuajado entre el rockerío patrio. En las últimas
semanas, servidor recibe información de nuevos lanzamientos destinados a loar
los parabienes (se ve que los hay) de la Navidad de personajes tan diversos y
dispersos como Eric Clapton, The Mavericks, Rodney Crowell, Los Straitjackets,
JD McPherson, Mitch Ryder o Craig Duncan. Y la cuestión no es si hacerlo o no,
que evidentemente no es cosa nuestra sino del artista, sino si se puede hacer
de manera digna. Ahí es cuando todo se desmonta. Porque el músico invadido del
espíritu navideño es capaz desde llegar a plasmar en una galleta cancioncitas
que le gusta interpretar a sus nietos, como hace Slowhand, hasta de soplarnos veintisiete, sí, sí, veintisiete
tonadillas cargadas de campanillas y ritmos saltarines como hacen Eddie Angel y
los suyos. Así, a bocajarro, y sin avisar. Poniendo, en la mayoría de
ocasiones, un lunar inolvidable en carreras que hasta el momento transcurrían
de manera como mínimo notable ¿Quién no ha sufrido al hablar, por ejemplo, de
Bob Dylan el clásico “y el disco navideño qué”? Uno, que reconoce empezar tan entrañable
período pinchando «Must Be Santa» mientras corretea por el comedor junto a sus
hijos, no tiene más remedio que envainársela y agachar las orejas. Aunque no
pierda la ocasión de recordar, eso sí, que la cosa se puede encarar también de
manera digna. Elvis fue el primero en enseñarnos cómo hacerlo, con Phil Spector
a la zaga. Presley consiguió, y mira que era complicado, unificar calidad y
música navideña, mostrando el camino que desafortunadamente algunos se empeñan
en no seguir. Esos son los que salen mal parados, mientras otros se sirven de
su buen gusto, hasta en esto, para reforzar su carrera. Hace pocos años lo hizo
Nick Lowe, cuando en 2013 lanzaba el espléndido Quality Street: A Seasonal Selection for all the Family, superior
incluso que algunos álbumes “ordinarios” de su discografía. Y este año le ha
tocado salvar los muebles a JD McPherson. Lo ha hecho con Socks, un trabajo que, si no fuera por la temática de sus letras,
podría pasar perfectamente por su último disco. Cargado de rock and roll,
rhythm’n’blues y soul, el de Broken Arrow parece haber tomado buena nota del Elvis Christmas Album (1957) y las
incursiones en el género de Brian Setzer, para marcarse un trabajo soberbio en
cada una de sus diez canciones. Que sí, que hablan de renos y luces de colores,
pero también son capaces de jugar con la ironía que puede suponer que te
encuentres como regalo navideño un feo suéter que nunca te vas a poner (¿a
alguien no le ha pasado?). Así que nosotros seguiremos rebuscando en esas
cubetas en busca del savoir faire.
Esperando encontrar, ya que nos toca tragarnos sí o sí las dichosas aventuras
del reno de la nariz roja, aquellos discos que conservan el mojo. Mostrando, al
fin y al cabo, que, como todo en esta vida, es una cuestión de poner interés o,
simplemente – y algún día alguien tendrá que explicarme para qué lo hacen –
cubrir el expediente. Y, por cierto, Feliz Navidad.
Publicado en Ruta 66
Sonando: Socks de JD McPherson
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