En mayo de 2016, la
revista Rolling Stone situaba a Luke Bell entre los 10 artistas nuevos de
country a seguir junto a The Last Bandoleros o Rick Brantley. En un apartado
llamado “Suena como” mezclaba elementos como honky-tonk, voz de barítonos, steel-guitars
y, sobre todo, el concepto “tradicionalismo”. Además, se aseguraba que este
tipo gustaría a fans de Dwight Yoakam, JP Harris y Roger Miller. Un acierto
todo. Porque efectivamente, Luke Bell es un neo tradicionalista de esos que
inesperadamente están rejuveneciendo el viejo country. Como el citado JP, Andy
Ferrell o Daniel Romano, aunque este se haya alejado algo en su último disco
introduciendo nuevos sonidos.
Luke Bell lo tiene todo
para acabar haciendo una carrera sólida en esto de la música country. Su música
abarca el espíritu de Hank Williams y Ernest Tubb, tiene la magia de Johnny
Horton y el lirismo de Merle Haggard. Entiéndanme. No me he vuelto chalado. No
estoy comparando a Bell con ellos, algo que no sería bueno para él tan pronto,
pero sí percibo cierto aroma a los grandes en su homónimo debut. Tiene esa
característica de las leyendas de ser capaces de ponerse de lo más bobalicón
cuando le hablan a ese amor que añoran para acto seguido convertirse en
creciditos cowboys con ganas de juerga cuando se trata de ser el más grande de
los macarras. Ya veremos hacia donde avanzan sus botas camperas pero, de
momento, va por el buen camino.
Sonando: Glory
and the Grace de Luke Bell
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