Sensaciones contrapuestas sobre la actuación de Bob Dylan en Madrid
azotan mi cabeza. ‘Simple twist of fate’, que diría alguien. Escojo
Madrid por precio (sí, servidor se pagó su entrada y la de su parienta,
¿qué se han pensado?) y por público respecto al show en mi ciudad. Al
salir de la actuación me corroe la duda de si he acertado. Desde luego,
el Barclaycard Center de Madrid no se me antoja la sala idónea para el
sonido del Dylan actual y, si en un principio no me apetecía ver el
concierto de su dylanísima rodeado de gente con un perfil económico
considerablemente alto como presumía iba a haber en su actuación en
Pedralbes, ahora pienso que quizá allí el espectáculo de Dylan brilló
más y quizá ese es ahora su público. El que no lo es, seguro, es el que
busca en Bob Dylan un concierto de rock, estribillos tarareables y
momentos de alzar el puño. Pero no es algo reciente. Hace tiempo que la
cosa no va por ahí. Decía mi buen amigo Joserra Rodrigo, bloguero y
dylanita donde los haya, que lo de Dylan es ahora más para amantes de
Joe Henry o Lambchop que para los que busquen a John Fogerty, y no puedo
estar más de acuerdo. Pero vayamos por partes y ya volveremos.
Abren la velada Los Lobos con un concierto de algo más de una hora y
en el que brillan canciones como ‘Evangeline’, ‘Will the wolf survive’,
‘Más y más’ o ‘Ay te dejo en San Antonio’. Empiezan ante unas 2.000
personas pero no parecen resentirse de ello y al final, los
aproximadamente 5.000 espectadores que poblaban las gradas ante la
cercanía del concierto de Dylan acabaron rendidos, cómo no, a su
propuesta.
Puntualísimo, Bob Dylan y su corte aparecen en escena. Impecablemente
vestidos, como siempre, y con un protagonista apostado frente al micro
sin parapeto instrumental que lo proteja. El repertorio va a ser calcado
al del resto de fechas españolas hasta el momento, así que ‘Things have changed’
supone el punto de partida y la comprobación de lo erróneo del lugar
elegido. Dylan apuesta por el intimismo brumoso y por ello la
banda suena a unos decibelios impropios de un pabellón de deportes, pero
suenan bien. Como es habitual. Bobby canta tan bien o tan mal
como siempre, porque yo no compro eso de que canta mejor que nunca. A mí
me gusta pero entiendo que no es el mejor vocalista de la historia. Una
errática ‘She belongs to me’ da lugar a una espléndida ‘Beyond here
lies nothin’’ que me hace subir en atención. Me despereza, si quieren.
‘Workingman’s blues#2’ no luce como se merece y ‘Duquesne whistle’
sucumbe ante los nuevos arreglos. Algo está pasando aquí y yo no sé lo
que es, Míster Jones. ‘Waitin’ for you’, ‘Pay in blood’, ‘Tangled up in
blue’ y la cover de Sinatra ‘Fullmoon and empty arms’ cierran la primera
parte del concierto antes de un innecesario receso de ¡veinte minutos!
Juan José Vicedo, autor del fantástico “Escuchando a Dylan”, me envía un
mensaje sabedor de mi “alergia” hacia el sinatrazo: “¿No te has
emocionado con ‘Full moon…’?”. Mi respuesta es clara: “Sinceramente,
no”.
Hablo con el compañero en estas páginas y redactor de “El País”
Fernando Navarro y él me da el titular que ando buscando: “¿Te das
cuenta de que Dylan se ha distanciado emocionalmente de la gente? Es una
pasada, lo que está haciendo tiene su grandeza ahí, aunque la cosa no
acaba de funcionar”. Mmmm. Distanciamiento emocional. Brillante,
Fernando. Otro que no falla. Dylan siempre ha hecho lo que quiere pero
quizá ahora más que nunca. Me lo imagino con su hijo Jakob charlando
(mucho imaginar porque apenas se hablan): “Jackie, se me ha ocurrido
hacer un disco de versiones de Sinatra”. “¿Qué dices papá? Si Frankie es
la voz, te van a machacar”. “No te preocupes, hijo, verás como todo el
mundo dice que soy un genio y un cantante espléndido”. Enésima vuelta de
tuerca. Y vuelta también a la realidad.
Segunda parte del set. ‘High water (for Charlie Paton)’ es fantasmal,
densa. Algo ha cambiado. Hay más empaque y me gusta. ‘Simple twist of
fate’ es uno de los momentos de la noche. Excepcional. Brumosa.
Terciopelo en vena. ‘Early Roman Kings’ mantiene el pulso para que
‘Forgetful heart’ vuelva a poner quilates de calidad a la cosa. ‘Spirit
on the water’ muestra cómo ha mejorado Dylan con el piano de cola y como
sus intervenciones han adquirido merecido protagonismo. ‘Scarlet town’
es otro de los grandes momentos de la noche. Exquisita. Parece que todo
se va a romper en mil pedazos en esa fantasmagórica ciudad y Bob lo
explica mejor que nadie. ‘Soon after midnight’ y ‘Long and wasted years’
no desmerecen en una segunda parte de nota muy alta y hasta la cover de
Yves Montand, circa Sinatra, ‘Autumn leaves’ se me antoja ideal. Luego,
previsible final para ‘Blowin’in the wind’, quizá innecesaria, y una
siempre efectiva ‘Love sick’. Campana y se acabó.
Leo en comentarios posteriores palabras como riesgo, intensidad y yo
no lo veo. Admito que no acabo de entender a este Bob Dylan. Al que
viene después de “Tempest”, así que quizá es cosa mía. Pero no hay quien
discuta que lo suyo es más de teatro pequeño que de estadio y que si
algo no tiene visos de aparecer en sus conciertos es el rock. Habrá
quien tendrá suficiente. Habrá quien defenderá que a su edad es lo que
toca, aunque a mí me viene a la mente gente como Neil Young y no puedo
comprar eso de que debía reinventarse o moriría en su éxito. Se
ha reinventado, sí, pero exige una reinvención de su público que algunos
no tenemos ganas de hacer. ¿Criticable? En absoluto. Encomiable. El
artista que hace lo que quiere es el que se ha defender por encima de
todo y de todos. Pero no me hablen de riesgo. El otro día me
encontraba en un programa televisivo con un comentario sobre la valentía
de desnudarse de una top model. Alguien contestaba diciendo: “Eso no es
valentía. Valentía es desnudarse con el cuerpo que tengo yo”. Pues
aplíquenle el cuento. Dylan es valiente, claro. Pero no nos pasemos. Más
valiente es el tipo que lleva un disco, tiene veinte años y entonces
cambia. Alguien que tiene una cohorte de irredentos que le perdonan
cualquier paso en falso y hasta lo ensalzan tiene más fácil cambiar.
Creo yo. Que el gran Fernando Navarro (al que pedí permiso para citar)
reconociera al final que si no fuera de Dylan no hubiera pinchado más de
una vez el sinatrazo no hizo sino confirmarme que quizá, solo quizá, no
estoy tan equivocado.
Publicada en www.efeeme.com
Sonando: Things Have Changed de Bob Dylan
2 comentarios:
Hola Eduardo, Estuve el Lunes en Madrid (y el 1 de Julio en Lucca), dos grandes conciertos en escenarios muy diferentes, no hay color entre el puto pabellón y la Piazza Napoleone de Lucca, con ambientes muy distintos, el de Lucca vuelve a ganar por goleada.
Discrepo respetuosamente de tu apreciación general de este "nuevo" Dylan, en 2012 e viste en Cap Roig (extraordinaria crónica, memorable diría) yo en el Guggenheim (un concierto fantástico)del que salí pensando que había asistido a una nueva mutación (moderada) de nuestro Bob, me equivoqué completamente como constaté al año siguiente en Milán, Roma y el Royal; tres conciertos brutales (el de Roma en liga aparte por volar por los aires el set list y porque la Sala Atlántico es un cutre pabellón en el culo de Roma). Dylan cantó (ya con una voz sorprendentemente clara) e interpretó con la garganta y con el estómago-alma.
En Lucca y en Madrid cantó excelentemente pero le faltó "fuste" ya no había estómago, el "punch" en She Belongs To Me, Long and Wasted Years y la armónica salvaje de Love Sick se habían esfumado, por poner un ejemplo.Va por el tercer año con (prácticamente) el mismo set list y me parece que ha perdido (parte) de la conexión emocional con muchas de las canciones. Además el espectáculo integral (el tratamiento escénico es importantísimo, particularmente me parece de una clase y elegancia soberbios) no está pensado para recintos tan grandes (en el Royal también se perdió porque al haber público detrás no hubo telón y proyecciones) pero ¡que cojones! el RAH es la hostia, mágico en si mismo.
Tiene que dar un giro importante al set list o la cosa se pondrá realmente chunga. En cualquier caso lo gira USA de Abril-Mayo en teatros maravillosos ha sido excelente (hay grabaciones que quitan el hipo) pero claro no es lo mismo actuar en un precioso teatro de 2.500-4.000 culos perfectamente sentados y acomodados que en un puto pabellón con 15.000 espectadores, no hay color.
Saludos,
Ramón
Hola Ramón,
Gracias por tus reflexiones. Muy enriquecedoras sin duda. Creo que por lo que expones no discrepamos tanto, je,je ¡y coincidimos en Roma viendo a Bob! Qué envidia lo de Lucca. Todo el mundo me dice que el sitio es precioso.
Un abrazo
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