Loveless tira aquí de una asombrosa madurez para sus 25 años y apuesta por letras de marcado carácter introspectivo, intentando como ella misma asegura que sus canciones le sirvan de terapia para soportar el paso de unas etapas en su carrera musical que, quizá, esté viviendo demasiado rápido. Pero si en lo lírico apuesta por ese cambio, en cuanto a sonido se decide por la continuidad para lo que se pone en manos de nuevo del productor Joe Viers y repite con la misma banda. Quizá eso, el hecho de que se haya alejado un pasito más de las raíces para abrazar otros géneros como el power-pop y que el nivel de las canciones, en conjunto, ha descendido ligeramente es lo que te descoloca del álbum en las primeras escuchas. Además, aquí no hay singles como aquel irresistible «Steve Earle» con lo que, sin ser negativas, las primeras impresiones te dejan una extraña sensación de inconsistencia, sobre todo en lo que respecta a la segunda mitad del álbum. Es cuestión de dejar para el tiempo y darle más oportunidades a la galleta el quedar atrapado de nuevo por Lydia Loveless.
Su voz sigue sonando tan personal y espléndida como siempre con su acento del Medio Oeste, sus historias íntimas, llenas de pequeños detalles, te atrapan poco a poco y la sensación de caos que transmiten las guitarras en sus momentos más álgidos pasan de ser incomprendidas a ser esperadas con ahínco. Se aleja del country, cierto, pero se acerca a otros géneros abriendo sus miras y demostrando que su carrera tiene tanto recorrido como su talento.
Reseña del disco Real publicada en Efe Eme.
Sonando: Same to you de Lydia Loveless
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