El viernes me voy a París. Desde hace mucho tiempo, siempre
que programo un viaje a alguna ciudad miro las tiendas de discos y, para ello,
me sirvo en primer lugar de Diario de un
coleccionista de Jordi Tardà. Aunque esta vez no es igual. Estoy
consultando el libro justo unas horas después de enterarme del fallecimiento del
periodista. Alguien básico para mi educación musical.
No conocí a Tardà. No cruzamos más de unas cuantas frases en
encuentros fugaces, pero lo escuché hasta la saciedad. Mi adolescencia no se
entiende sin el Tarda Tardà de las tardes
de los sábados. Cuatro horas en las que, acompañado por pipas, kikos, croissants
de chocolate y unas buenas cintas para grabar las novedades en mi radio-casette,
me hicieron conocer a nombres como Tom Petty, John Mellencamp, The Black Crowes o
The Georgia Satellites. Allí los escuché por primera vez y luego se
convirtieron en banda sonora de mi vida. De hecho aún conservo una cinta grabada
de los Cuervos Negros tocando en acústico bajo el nombre de Blessed Cloroform,
y sigue siendo de mis grabaciones favoritas. Acusado de pedante o sobrado por algunos, Tardà,
con su problema para pronunciar las erres fue un auténtico referente para mí. Por
edad debía serlo. Lo siento pero yo no aprendí el oficio de rockero con el Vibraciones ni con Ignacio Julià, Jaime
Gonzalo o Diego Manrique. Yo lo hice con Jordi Tardà y por eso hoy, la tristeza
me embarga.
Sonando: Paint It Black de The Rolling Stones
PS: Por si no fuera suficiente, mi primer libro, Quique González. Una Historia que se Escribe
en los Portales lo presenté en el Museo del Rock, uno de los grandes
proyectos, desgraciadamente frustrado, de Tardà.
1 comentario:
Yo gran parte de mi enseñanza musical se la debo inicialmente a otro Jordi, el Serra i Fabra en las páginas del inefable "Disco Express".
Saludos,
JdG
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