Veinticinco años de Green.
Esas son las efemérides que hacen que uno se sienta mayorcete y no el cumplir
años. Servidor, como saben, hizo lo segundo la semana pasada. El disco de
R.E.M. hará lo propio el mes de noviembre, en concreto el día 7. Pero aunque
falte unos meses, las ediciones especiales ya andan por ahí.
Es curiosa la sensación que tienes cuando te dicen que un
disco, que para ti apenas tiene unos cuantos años, ha cumplido ya el cuarto de
siglo. Recuerdas aquel inicio
embriagador con «Pop Song 89» y ese “hello,
I saw you, I know you, I knew you, I think I can remember your name, name”.
Parece que fue ayer, pero el tiempo vuela. Aquella guitarra tan característica
de Peter Buck. Los coros siempre precisos de Mike Mills. La batería clavada de
Bill Berry. Y por encima de todo la tremenda personalidad, la magia, el
magnetismo de Michael Stipe. Tres años antes del pelotazo que supondría Out of Time. Cuando sus discos todavía
estaban colocados en las estanterías de rock alternativo y era imposibles
encontrarlos en grandes superficies. Apenas unos cuantos tenderos sabían quien
era aquella banda de Athens.
Document les había
dado el espaldarazo definitivo en los States, especialmente gracias al éxito de «The One I Love» y de «It's the End of the
World as We Know It (And I Feel Fine)», pero aquí seguíamos sin enterarnos de nada,
como casi siempre. Sólo unos cuantos, enganchados a revistas yankis, al Ruta y
al Popu nos dignábamos a investigar en discos como Murmur o Reckoning. Y cómo
se disfrutaba. Recuerdo como si fuera hoy la sensación que tuve cuando oí por
primera vez «Radio Free Europe», canción que entonces ya tenía seis años de
existencia. Me pareció lo más grande. Insuperable. Y luego fui descubriendo
disco tras disco lo que escondían aquellos cuatro tipos de aspecto bastante
normal. Todo gracias a Discos Balada, sito en la calle Pelayo de Barcelona, en
la esquina que ahora habita una tienda de ropa interior femenina. Cuando Green llegó yo lo estaba esperando desde
hacía semanas. Tenía apenas 13 años, pero R.E.M. eran mi banda de cabecera
desde hacía pocos meses, sustituyendo en el ranking a Dire Straits (glups). Ni
siquiera aquel amigo de primero en el Instituto consiguió hacerme cambiar. Sí,
aquel amigo que todos hemos tenido, que es tan freak o más que tú, y que
controla mucho más de lo que, en aquel momento, tu soñarías nunca. Aquel que te
intenta seducir con un “bah, esos no son
nada, los buenos son los Pixies que esos son una copia mala”. Quizá por eso
tardé muchos años más en entrar en los de Boston. Los R.E.M. eran, literalmente
la pera limonera (por no utilizar una expresión más malsonante) y nadie me iba a
convencer de lo contrario. Por eso escuché decenas de veces Green. Por eso la cinta de casette se
rompió por «Orange Crush», y por eso la enganché con celo, como no, salvando mi
tesoro. Recuerdo perfectamente el lugar en que quedaba aquel corte que casi
llegó a formar parte para mí de la canción. Incluso hoy me sigue sonando
extraño escucharla sin el parón de la cinta de celo y ese sonido rugoso de tres
o cuatro segundos. Era el primer disco para Warner, y por eso conseguir la
cinta en Balada fue más sencillo porque la distribución era mucho mejor. Cuarenta
y un minutos y un segundo. Eso duraba. Tiempo justo para oírlo tres veces
seguidas faltando solo a dos clases: sociales y dibujo. Todo calculado. El disco de las naranjas
aplastadas, de los niños malos, de los líderes mundiales simulados y de los
recuerdos de California.
Green no cambió mi
forma de entender la música. No sería uno de los 100 discos que me llevaría a
una isla desierta. Incluso dudo que escogiera alguna de sus canciones entre mis
25 favoritas de R.E.M.. Pero tiene un aura especial. La de los discos que
llegaban cuando la música se entendía de otra manera. La de las canciones que
llegabas a conocer hasta el último de sus detalles. La de las carátulas, que no
libretos, que leías y releías. Y uno, cuando cumple 25 años (el disco, no yo)
no puede evitar ponerse abuelo cebolleta, contar sus batallitas y recordar que
la música sigue siendo un tesoro de un valor incalculable. Feliz cumpleaños Green.
Sonando: World Leather Pretend de R.E.M.
6 comentarios:
Muy buena entrada Edu, plena de sentimiento y buen rollo. Yo conocí REM gracias a vosotros, a Ruta 66. Y cuando compré el "Reckoning" supe que iban a ser muy, muy importantes en mi pequeña historia musical, como así ha sido.
Saludos,
JdG
Gran crónica. Me encanta cuando contáis anécdotas personales relacionadolo con el disco música sobre el que estáis escribiendo.
Es un discazo de tomo y lomo. Quizás mi favorito de REM.
Abrazos Edu
Yo lo compré cuando salió y sigue gustándome mucho, aunque sea uno de mis vinilos que más saltos de aguja sufre. Abuelos cebolletas que somos.
Un saludo, Edu.
Discazo, uno de mis preferidos de REM. Me ha llegado lo de que te resultaba extraño escuchar la canción sin el parón producido por la cinta rota. A mi me pasa con el Spanish Bombs desde hace muchos años...
Discazo. Los REM en plena efervescencia. Cuando hacian lo que les daba la gana y siempre daban en la diana.
Mi favorito de sus años 80 es Document pero este no le va a la zaga.
Lo siguiente serian los REM interplanetarios y la joya de la corona (Automatic) pero Green estaba antes.
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