Conmover. Otra de las cualidades que pueden hacer de una película algo para recordar, o todo lo contrario. Un verbo no permitido tradicionalmente para machotes. Harán bien éstos en no acercarse a la maravilla que es The Music Never Stopped, elegida por un servidor como mejor película no musical del año. Y digo lo de no musical porque, técnicamente, no es una película musical aunque todo gire alrededor de un montón de canciones.
Basada en la novela The Last Hippie de Oliver Sacks que, ojo, está basada en un hecho real (con pequeñas licencias), narra bajo la dirección de Jim Kohlberg, la historia de un padre y un hijo con un tumor cerebral. Lou Taylor Pucci da vida a ese chico; Gabriel, que sólo reacciona cuando suena música a su alrededor, si puede ser de los Grateful Dead, mejor. Así, bajo la mano de Diana Daly, a la que da vida Julia Ormond, consigue llevar una vida más o menos normal siempre que «Truckin» o «Sugar Magnolia» estén sonando a su alrededor. No desvelaré más. Aunque sí que también veremos deambular por el equipo de Gabriel a Bob Dylan (imapagable conversación sobre «Mr.Tambourine Man»), The Beatles, Rolling Stones, Buffalo Springfield o Crosby o Stills & Nash. Una verdadera maravilla que incide en el poder curativo de la música, a todos los niveles y de la que sólo se puede decir una cosa: hay que verla.
Sonando: Truckin de Grateful Dead
5 comentarios:
De cuándo es?
De este mismo año javi
Pues la buscaré, que me has tocado la fibra sensible con los dead...
Bajando... gracias, Edu...
Pfff... qué "pechá" de llorar me eché ayer, Edu... la película es una maravilla, triste, pero emotiva, si te gusta la música (y la de los 60's en particular)... te tiene que emocionar sí o sí. Es imposible no identificarse primero con el hijo y con el padre después.
Gracias, gracias...
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