miércoles, noviembre 16, 2011

Un dylanita y consorte en la ex corte de Berlusconi (Capítulo 3: Ciao Bambino)

Sábado. Día intenso. Nos traen el desayuno a la cama de la habitación. Capuccino ¿cómo no? y croissants rellenos de mermelada de frambuesa. Nos preparamos. Y empezamos con un cambio de planes. Metro y hacia el Vaticano. Sigo con la intención de no entrar. Pero no cumplo. Hacemos una pequeña cola y vemos primero la basílica y luego el museo, Capilla Sixtina incluída. Impresionante, sí. Pero lo del museo un suplico ¡qué largo! Acabamos recorriendo salas a toda hostia en una sensación claustrofóbica algo curiosa. Tarareamos. Jero otra vez. “Y me iré, disimuladamente, haciendo eses”. Bajamos andando a comer a un lugar recomendado. Un pequeño restaurante llamado Trattoria del Pallaro. Nos recibe un viejecito, el dueño, amable como pocos que me acaricia la cara antes de sentarnos en una mesa cuando le aseguro que pienso comer mucho. Para comer empezamos con un antipasto formado por lentejas (buenísimas), olivas, jamón, salchichón, hinojo con aceite, ternera rebozada y croquetas de arroz. Continuamos con un variado de pasta donde se mezclaban diversas salsas ¡brutal! Y seguimos con ternera en salsa y patatas fritas del momento, cortadas a mano y finísimas. De postre, pastel de la casa mojado en vino tinto. “Cada vez no puede ser la única vez”. El dueño besa en la mano a Rakel. Tras el café, tomamos camino al Colisseum. Impresionante, también. Nos reímos de los lugareños disfrazados de gladiadores con calcetines. Metro y al hotel a descansar, que por la noche hay concierto.

Me tumbo en la cama a las seis de la tarde. Cojo el iPOD y pongo lo nuevo de los Riffing Cowboys, la súper banda encabezada por Dan Baird y Eric Ambel. Vaya discazo, qué potencia. Con esto yo no me duermo ni a la de tres. Así que elijo el segundo de los tres discos editados por los Cowboy Junkies este año. El dedicado a las canciones de Vic Chesnutt. Demons. Y con la voz de Margot en el oído cierro los ojos. A las 8 vuelvo a abrirlos, en plena forma pero destemplados salimos a la calle. Un montón de paradas de metro nos llevan al Paleur. Cuando salimos de la estación estamos en medio de la nada y decidimos seguir a un tipo con pinta de rocker. Luego cambiamos por una pareja con más pinta de saber donde iban. Le comento a Rakel “aquí hoy no va a haber ni Dios”. Menos mal que no me gano la vida como adivino ni como calculador de audiencias. Muertos de frío llegamos al pabellón y comprobamos, en la cola para recoger las entradas, como la incompetencia no es una cualidad únicamente hispana. El broncazo que se estaba llevando la chica de taquilla de un italiano era de los que hacen historia. Lo bueno es que el tipo parecía tener razón. Al final consigo mis dos entradas y pregunto a la gente de la cola qué hace allí si está colgado el cartel de no hay billetes. Esperar a que por el frío haya gente que no venga a buscar sus entradas, me dicen. Si es así, las reparten. Toma ya. Son las 9 y media. Vete corriendo, que Knopfler ya habrá empezado. Les digo que no sufran por mí. Me entretengo mirando el merchandising de Dylan. Carísimo. 35 €uros una camiseta de manga corta. Precios de moda italiana. Nos detenemos en el bar a cenar. Una especie de pizza calzone. Cuando entramos apenas oímos a Knopfler tocar «So Far Away» mientras nosotros cantamos por encima «L’Empordà» de ¡Sopa de Cabra! ¿Nadie ha visto que son la misma canción? Para el bolo pueden dirigirse al post correspondiente de hace un par de días. Cuando acaba intento hacerme con el set-list en la mesa de sonido. Ni una mínima oportunidad. El técnico lo guarda con llave como si fuera un tesoro. Tiene cosas apuntadas en él que no se pueden ver. Al salir a la calle, con mucho frío, busco camisetas piratas por el suelo y ¡oh, sorpresa! Los piratas italianos tienen más clase ¡y han montado unos chiringuitos! Como un mercadillo de camisetas piratas de Dylan. Me hago con una, claro y enfilamos el camino del metro. “Quiero verte tal y como te encontré”. Frío y más frío. Hotel, mantas, lavabo estropeado. Sueño. Berlusconi ha dimitido. Ciao Bambino. “Cinderella, she seems so easy,"It takes one to know one," she smiles. And puts her hands in her back pockets Bette Davis style…”

Sonando: Desolation Row de Bob Dylan

1 comentario:

Fantasma de Canterville dijo...

Con los Museos Vaticanos ocurre como con el British Museum o el Louvre,si vas un día tan sólo has de seleccionar lo que quieres ver previamente.Pretender abarcarlo todo es imposible..Es como querer aprenderse las letras de Dylan o Townes Van Zandt en una semana:Hay que paladearlas con calma...Un saludo