Cuando una banda se encuentra en el estado de forma en el que están actualmente los Nu Niles, es difícil que hagan un mal concierto. Por eso lo del sábado en la 2 de Apolo, a pesar de la nada apacible noche, era una apuesta segura. Por suerte para ellos, lo mismo que yo debieron pensar el resto de las personas que llenaban, de manera cómoda, eso sí, la sala. Mario y los suyos se salieron, como siempre. Dice mucho de ellos que minutos antes del concierto, encerrados en el camerino, sus rostros fueran de tensa espera. Eso me gusta. Cuando se pierde ese cosquilleo en el estómago previo a los conciertos, el músico está perdido. Blas gastaba bromas, Ivan hacía estiramientos y Mario calentaba los dedos con su guitarra mientras un servidor se servía un cubata tras otro y en tono jocoso volvía a criticar la corta duración de su LP. Sabíamos que la noche era importante. Y yo me sentía parte de ello por motivos evidentes.
A las 11 en punto, salía del camerino, yo con destino a mi lugar entre el público, ellos al escenario, su hábitat natural. He visto decenas de veces a esta banda y siempre consiguen llamarme la atención con algo. Esta vez, el motivo era evidente. Es curioso cómo hemos realizado las canciones del nuevo disco de los chicos con nombre de brillantina. Ahora me doy cuenta que he tenido que convertirme en Mario Cobo. En alguien que antes de esa presentación en Barcelona me decía con sarcasmo “quiero dejar la música pero ella no quiere dejarme a mí”. Mario me pasó un montón de ideas y frases sueltas. Yo tuve que meterme en su cabeza, pensar como él y decir lo que él quería decir. Esta feo que lo diga yo, por eso no diré que lo conseguí, pero sí que estoy contento con el resultado. Es curioso ver como otro siente lo que tú has tenido que sentir por él. Ver a Mario cantar «Para Qué Esperar» y otros temas de su reciente y homónimo disco fue una experiencia vital interesante. Él cantaba, pero era yo él que hablaba. Él sentía, pero era yo el que había escrito los textos. Eso sí, lo que cantaba era su vida, no la mía. Eran sus canciones, no las mías. Eran sus sentimientos, no los míos. Era su concierto no el mío. La estrella era él, no yo. Él disparaba, no yo. Y eso me gustó. Porque es mi amigo y se lo merece. Apúntenles un conciertazo más, y van...
Sonando: Para Qué Esperar de Nu Niles
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