Eso
suponiendo que no lo hubiera hecho ya, pero no hay duda que su nueva novela, No
Saldré Vivo de Este Mundo es, sin duda, uno de sus mejores discos, si se me
permite la equiparación. No voy a reseñar el libro porque lo hago para el
número de octubre de Ruta 66, pero aquí va un extracto de las notas de la
contraportada:
Doc
Ebersole vive con el fantasma de Hank Williams. Literalmente. Y no solo porque
fue uno de los últimos en verlo vivo, ni tampoco porque se rumorea que fue él
quien dio a Hank Williams la dosis final de morfina que le mató.
No
saldré vivo de este mundo es una espléndida novela, una balada sobre el
arrepentimiento y la redención, y sobre las maneras en que podemos
reinventarnos a nosotros mismos y a nuestro mundo mediante algún pequeño
milagro.
«Steve
Earle dota a su prosa de la misma autenticidad, espíritu poético y energía
cinematográfica que proyecta en su música.» Patti Smith
Y aquí
un extracto del libro, por si no les he convencido aún, en el que Doc narra lo
que siente cuando ponen a Williams en una Jukebox…
-
Hay
que joderse- gruñó Doc por lo bajo. Se había pasado gran parte de su vida en
bares de todo el sur, y no fallaba nunca, joder. Si te pasabas el bastante tiempo
sentado, siempre había algún capullo que ponía un disco de Hank Williams.
Aunque llevaba casi una década muerto y enterrado bajo dos metros de tierra
herrumbrosa de Alabama, el viejo Hank todavía se quedaba con las monedas y los
hacía llorar. Doc examinó la sala. Había trabajadores de la construcción,
operarios de almacén, soldados de Fort Sam y haraganes con pensión de
invalidez. Sus edades iban desde los veintipocos hasta los setenta y tantos,
pero a todos les encantaba Hank. Ya les había encantado mientras estaba vivo y
ahora que estaba muerto les encantaba todavía más. Hasta a los mexicanos les
encantaba aquel hijo de puta, por mucho que la mayoría no entendieran ni jota
de lo que estaba cantando. Las canciones de Hank trataban de sus apuros y
desventuras con un ritmo machacón al que podían bailar. Hasta el último de
aquellos tipos estaba convencido de que el viejo Hank le cantaba a él de forma
individual, o por lo menos de forma exclusiva a la gente como él, a las
personas normales con hijos que criar y facturas que pagar, la mayoría de ellas
vencidas. No tenían forma de saber que en aquel mismo momento, en la otra punta
de la ciudad, en las casonas victorians de la vieja aristocracia de Olmos Park
y Alamo Heights, había médicos, abogados y políticos sirviéndose whiskys con
soda y poniendo a Hank a todo volumen en sus equipos de alta fidelidad. Cierto,
tenían montones de Frank Sinatra y Nat King Cole en su tocadiscos de recarga
automática, pero cuando estaban bebiendo, el único que les servía era Hank, y
no había ni uno de ellos dispuesto a pagar ni un centavo por oír a otro
cantante country que no fuera Hank.Doc no se preguntaba por qué todos insistían en hacerse aquello a sí
mismos. Era consciente de lo que estaba a punto de suceder. Cuando uno de los
discos de Hank se asentaba en el plato de un tocadiscos automático, hasta el
retumbar inicial de la aguja en los surcos desgastados transmitía una sensación
de soledad. La steel guitar llorosa era el anzuelo, pero era el ritmo el que
enganchaba, y para cuando la voz de Hank aparecía crepitando en los altavoces
ya era demasiado tarde. Ya no había escapatoria. (…) ¡Dios Bendito! Qué voz.
Era un lamento desgarrador y desconsolado que te calaba hasta los huesos como
si fuera un día frío y lluvioso. Los lamentos de un alma en pena country
vaticinando la condenación inminente.
Sonando:
Rocking Chair Money de Hank Williams
3 comentarios:
Joder, no sabía nada de esto. El sábado me lo compro. Grande Steve!!!
SU libro anterior de relatos, Rosas de Redención, ya apuntaba maneras..A hacerse con el ya!!!!! Saludos.
Pues ya ha vendido a una editorial los derechos de su "autobiografia" y una novela sobre un esclavo fugitivo y el Álamo
Deseando ya que llegue el 2014
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