En la
celebración de Sant Jordi de este año le pedí a Rakel que en lugar de regalarme
dos o tres libros, como hacía cada año, concentrara sus esfuerzos en hacerse
con uno en concreto, Veneno en dosis camufladas. La censura en los discos de
pop-rock durante el franquismo del amigo Xavier Valiño. Una majestuosa obra.
Cara, a priori. Hasta que lees lo que contiene y se convierte en barata. Diez años de trabajo que
empezaron como una tesis doctoral para acabar dando forma a un trabajo
inconmensurable. Inalcanzable para algunos como yo, absolutamente incapaz de
ese nivel de análisis y precisión. Y lo mejor de todo es que Valiño ha
conseguido hacer una obra amena, que se lee con rapidez a pesar de contener
buenas dosis de documentación y hasta legislación. Desde el 23 de abril estaba
aparcado como pendiente para mí. He ido hojeándolo todo este tiempo hasta que
este verano me he puesto manos a la obra y me he sorprendido devorándolo. Porque
el libro es un tesoro. Un auténtico tesoro que tendría que estudiarse en la
Facultad de Historia de cualquier Universidad que se precie.
Valiño
analiza la censura desde diferentes puntos de vista para acabar concentrado en
su objetivo, los discos de rock. En estos se detiene en los motivos de la
censura, en el por qué y en el cómo. Identifica las canciones o las portadas de
los discos y, en este caso, añade gráficamente las dos versiones, la
internacional y la censurada haciendo del libro algo divertido y que atrapa al
lector. No les desvelaré lo que dice pero hay momentos realmente hilarantes que
no es que rozan el absurdo, sino que lo sobrepasan. Valiño ha rebuscado en
archivos y bibliotecas. Ha llegado incluso a hablar con uno de los encargados
de la censura en los discos y localizó a los otros 3, ya fallecidos o sin ganas
de hablar. Porque sí. Todo el trabajo de censurar discos lo hacían cuatro
personas llamadas “lectores” que convertían la censura musical en un
complemento de su trabajo original: censurar libros. Háganme caso. Quedarán
atrapados al instante. Porque Valiño lo ha conseguido y no era fácil. El primer
día destripé 180 páginas de un tirón y paré de leer porque tenía remordimientos
al mirar el reloj y pensar que al día siguiente había que levantarse temprano.
Búsquenlo. Un trabajo único, no sólo aquí, sino en el mundo.
Sonando:
Poison Cup de M.Ward
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