martes, diciembre 16, 2014

Felicidades Rocksound!



En febrero de este 2014 escribía una columna para Ruta 66 sobre la sala Rocksound. Hoy quiero recuperarla aprovechando que les han concedido el premio ARC a la mejor programación musical. Un premio merecidísimo y que espero que les sirva para seguir adelante en estos tiempos difíciles.

Que no se apague el sonido

Es jueves por la noche. Apenas una decena de personas se concentran en la Sala Rocksound para presenciar un aparentemente interesante doble cartel de rock nacional. No hace especial frío. La poca competencia que había ha caído por diversos motivos pero la sala presenta un ambiente desolador. Y no era la primera vez. Pero a pesar de ello, Sandro y Antonio, capos del garito siguen allí, al pie del cañón, haciendo algo en lo que creen. Aunque conservar la fe sea cada vez más difícil. Porque Barcelona ya ha votado. Ha decidido sin referéndums que deban discutirse en torno a su legalidad. Lo ha dejado claro. Rock no. No hace falta una segunda pregunta. Al menos lo que algunos entendemos como rock. Postureo, photocalls, presencia en prensa, y tantos otros etcéteras que provocarían el suicidio reiterado de Kurt Cobain sí. Pero sudor, guitarras hirientes, acústicas con olor a desierto y tantas otras metáforas como seamos capaces de enumerar, no. Barcelona se desmiembra en su variedad. Mal endémico. Los “del blues” sólo van al blues, lógico, a “su blues”, menos lógico. Terreno en el que no entran Bob Wayne o NMA, por ejemplo.  Los “del rockabilly” o “los del country”, ídem. Ahí no les hablen de Girls Guns & Glory o Drew Landry (¿quién?).  Ni siquiera “los del Indie” son capaces de mover el culo para ver a los patrios Reno o a Ha Ha Tonka mientras otros conciertos del estilo, aunque más “in”, por supuesto, llenan salas diez veces más grande. Y así podríamos seguir. Hasta la saciedad. Porque todos esos nombres y otros como los de Tim Easton, Slam & Howie, Vegabonds, Dixie Town, Whybirds, Rhino Bucket o US Rails han pasado por la pequeña sala del Poble Nou con más pena que gloria. En una ciudad que se jacta de tener casi dos millones de habitantes, pero con los de siempre entre el público. Porque tiene el Rocksound mucho de Cheers, la mítica serie norteamericana, cargado de sospechosos habituales únicos, diferentes y que conforman una fauna especial. Tarados, supervivientes, borrachos, descolocados, talibanes, músicos frustrados o periodistas del montón. Todos dotados de su especial encanto. Aunque eso no evitará que la cosa se acabe. Las grietas que todos hacemos en su maltrecho casco acabarán de hundir el barco. Y aunque sus capitanes harán lo que les corresponde, dejando salir a mujeres y niños primero, caerán con él, mientras el sonido se apaga. De poco consuelo les servirá haber caído con el honor y la satisfacción del que hace algo en lo que cree. Y de mucho menos les servirá aún los cientos de moscones que aparecerán a su alrededor asegurándoles, a toro pasado, que era “la mejor sala de conciertos de la ciudad” o “que yo estuve en tal o cual bolo”. De hecho no les extrañe que si lo hacen acaben mandándoles a la mierda. ¿Qué quieren que les diga? Nos lo habremos ganado.

Sonando: I love rock and roll de Joan Jett

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