Es fácil encontrarse estos
días a la figura de Ian Svenonius en la prensa. Blackie Books acaba de publicar
su novela Estrategias sobrenaturales para
montar un grupo de rock y no es difícil toparse con él en las revistas
musicales especializadas o incluso en la contra de La Vanguardia. En el libro,
con el que me haré dentro de muy poco, el que fuera cantante de The Make Up
(banda que pude ver en un sudoroso concierto en los años 90 en la sala Apolo)
intenta explicar con ironía lo que se esconde detrás de la formación de una
banda de rock. Poco más sé ni quiero saber.
Eso sí, volviendo a las
entrevistas publicadas, no puedo sino pararme en lo que declaró Svenonius a
Oriol Rodríguez en Mondosonoro: “a veces es muy relevante, por supuesto, pero
en un grupo de rock la música no es necesariamente lo más importante”. Argggg.
A priori esto podría ser una boutade de difícil comprensión pero me da la
impresión que el ahora cantante de Chain And The Gang no anda falto de razón.
Hace tiempo que me preocupa, como manifesté en mi post sobre el Primavera, el
haber constatado que el rock se inclina más hacia una cultura de pose que no hacia
algo musical. Empieza a ser demasiado importante el haber estado en un
determinado evento, el selfie, el poder hablar en pasado remarcando nuestra
asistencia a según qué lugares, etc. Poco importa la música. De hecho, casi
nada. Da igual si el concierto de NIN en el Primavera fue bueno o malo, había
que estar. Da igual que en la presentación X te aburrieras como una ostra,
había que estar. Da igual que no hayas oído en tu vida una canción de Y, porque
tienes una foto a su lado en el backstage (evidentemente cada uno puede cambiar
la X y la Y a su antojo). ¿Y la música? Algo secundario, como Svenonius dice
con ironía pero refrendando una realidad indiscutible. Es evidente que el rock
siempre ha dado importancia a aspectos colaterales: la imagen, la actitud, las
leyendas…, pero estas acababan en mayor o menor medida confluyendo en lo que de
verdad importaba o debía importar: las canciones. Tengo la sensación de que ya
no es así.
Hoy, que lo tenemos más
fácil que nunca. Miras una programación en cualquier web, ves los conciertos
del día y te vas a Youtube, Spotify, Bandcamp o la plataforma que quieras y
escuchas al grupo de marras. Que te gusta, vas, que no, a otra cosa mariposa.
Pero no. Parece que ya no. Descubrir a los Model Rockets o a los Dictators como
yo los descubrí, por una recomendación de un colega, arriesgando la pasta para
ir a un concierto sin saber muy bien qué iba a ver es ahora impensable. No se
quiere ni malgastar el tiempo en una mínima investigación. Eso sí, si un
panfleto de moda nos dice que para ser cool, para ser rockero de verdad hay que
estar en un sarao determinado, no se preocupen que nos aborregaremos como Dios
manda. Así que, como cantaba Svenonius en The Make Up, que cada uno se salve a
sí mismo que yo ya tengo suficiente conmigo. Bendita humanidad
Sonando: Save
yourself de The Make Up
2 comentarios:
Pues suena bastante interesante que dice Ian Svenonius...Y, tristemente cierto. Demasiadas veces la música queda en segundo plano frente a demasiadas miserias inherentes a la persona.
Gracias por señalarme el paseo al que dirigirme.
Acertado, pero extrapolable a tantas facetas de la vida: prendas, literatura, bebidas (el gintonic, el combinado de los perdedores hasta hace 4 días!) ...
¿todavía no has visto "Ocho apellidos vascos"? :D
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