Soy
amante de las listas de reproducción del iPOD. Me sirven y mucho para encontrar
lo que quiero/necesito en cada momento. Ya saben los habituales que mi trabajo
me permite pasar muchas horas oyendo música. Y andamos metidos en una vorágine
de curo infernal. Lo bueno de eso son esas decenas de canciones que van
cayendo, una detrás de otra. A veces opto por el random. Ya saben, que el
pequeño aparatejo me haga de radio y me vaya sorprendiendo. Otras opto por
carpetas como Blues, Soul, Girls Voices, Fronterizo o Best Songs, en la que
recojo aquellas canciones que me pegan un subidón. Como «Happy» de los Stones, «Steve Earle» de
Lydia Loveless o «The Deed And The Dollar» de Shooter Jennings. Ayer, en
vista de las horas y horas que iba a estar con los auriculares en mis orejas
decidí probar una nueva opción. Siempre llevo otra lista de reproducción a la
que llamo simplemente “Últimos Añadidos”. Creo que no es necesario explicar lo
que incluye. Decidí ponerla desde el primero hasta el último de sus temas en
orden. Es decir, escuchar todos los discos que incluye una vez uno detrás de
otro. Lo adivinaron. 168 canciones.
Empieza la cosa con Corey Branan y su reciente
Mutt. Muy buen disco de rock americano arriesgado con unas dosis de
experimentación que me gustan mucho. Especialmente acertado el tema «Snowman»
que me engancha. Yo sigo dale que te pedo a las teclas mientras llegan
Beachwood Sparks y The Tamished Gold.
E stambién rock americano pero entendido de manera completamente distinta. Ecos
pop. Harmonías vocales. Y también algo de experimentación, aunque con un
espíritu diferente. Me duelen las manos y el cuello. Me estiro mientras suenan
los compases del nuevo disco de The Dimestore Junkies. Esto es más poderoso.
Las guitarras retumban. Sí, sí, también es rock americano pero tiene algo que
lo tira hacia el rock más pesado excepto en sus pasajes más acústicos. Bebo
agua y me levanto. Dejo los cascos. Miro a un lado y a otro de la oficina. Ya
saben, parar los cinco minutos de rigor para que la cabeza no me duela más de
lo que me duele. Seguimos. Arliss Nancy y Simples Machines sí que es Americana
pura. Pero bien bonita, trabajada y con grandes canciones. Redondito. Llegan
The Blasters con Fun At Saturday Night.
Homenaje al bueno de Phil Alvin que anda bien chungo. Rock and roll festivo. Es
un cambio de tercio aunque regresamos a los parámetros anteriores con Drew
Holcomb & The Neighbors que empieza su disco con una versión del «Don’t
think twice» de Dylan. Luego el
«Learning To Fly» de Petty. Un disco fresco y tranquilo. El Come See Me de
Little Boy Story es otra cosa. Pura adrenalina. Rock & Roll salvaje para
despertarme del muermazo de curro poco antes de comer. Pausa y a zampar. Luego seguimos.
Abre la tarde el nuevo y sorprendente disco de The
Outlaws. Y digo sorprendente porque It’s
About Pride es realmente bueno y suena totalmente actual. Rock Sureño con
mucha clase y temas lentos fantásticos como «Alex’s Songs». Puta Madre Brothers
son otra buena banda para hacer ese click que vuelva a enchufarte. Australianos
haciendo garaje chicano. It’s a long lon
way to Meximotown es su último disco y es otra sobredosis de guitarras y
voces distorsionadas a toda leche al son de ritmos maricahis. Truckstop Darlin
nos regresan a la senda del rock americano. Es el que menos me gusta del lote y
aprovecho para concentrarme en lo que tengo en la pantalla y que la música me haga
de hilo musical. Langhorne Slim me saca de la situación con su nuevo The Way We Move. Un tipo afable al que
tuve el placer de entrevistar y un auténtico crack. Y este e sotro disco
fantástico lleno de blues, soul y country interpretado de manera magistral por
un tipo que merece muchísimo más. He pasado ampliamente las 100 canciones
cuando llego a Australia 1999, lo
nuevo de Sloan. Nada nuevo en el horizonte. Los canadienses en concierto con su
power-pop vitaminado me van que ni pintados para ir cambiando de estilo. Todd
Snider y su homenaje a Jerry Jeff Walker, Time
As We Know, me devuelven a ese estilo que me encanta. Snider es uno de los
songwriters más interesantes de la actualidad y aquí se centra en su faceta de
intérprete en otro muy buen disco. Las siete y media de la tarde. Hace hora y
media que debería haber plegado. Así que recojo mis cosas y cuando suenan los
primeros acordes del Shakedown de
Hacienda me largo para casa. Será mi banda sonora en el autobús. Un disco casi
bailable compuesto a medias con Dan Auerbach que no viene mal para acabar una
dura jornada. Al llegar a casa, casi al entrar por la puerta, el último tema
acaba. 168, en total. Ahí lo dejo.
Sonando: Veronica de Hacienda
1 comentario:
joder Eduardo, ¿no te destrozas los tímpanos?.
saludos
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