Ando enfrascado en la lectura del libro de Mark Spitz le ha dedicado a la figura de Mick Jagger. Rebelde, rockero, granuja y trotamundos, reza un subtítulo poco ingenioso pero tremendamente claro sobre lo que va a ofrecer el volumen. Cuando ya he leído más de la mitad, con satisfacción, descubro que Spitz ha logrado lo que pretendía según su introducción. Su objetivo era claro, despertar las simpatías hacia Mick. Demostrar que ni Jagger es tan malo, ni Richards tan bueno. Ni uno es un despiadado hombre de negocios sin alma, ni el otro un encantador y entrañable capitán pirata al que todos querríamos como abuelo. Spitz ahonda en los detalles de la relación Jagger-Richards y aunque deja claro sus preferencias por Jagger también comprende que todos nos sintamos más cerca de Richards. Tampcoo penséis que se trata de una continua ristra de alabanzas hacia Jagger, todo lo contrario. Spitz lo critica cuando ha de hacerlo, incluso de manera ciertamente dura, pero también incide en lo poco justo que se ha sido con el personaje con sentencias periodísticas del estilo “Mick Jagger no es músico porque no sabe tocar ningún instrumento”. Hilarante me parece el momento en que Spitz entra en la discusión creada a raíz que Keith dijera que Jagger la tiene pequeña. El periodista compara el miembro de Mick con el de John Lennon para llegar a la conclusión de que su tamaño está dentro de la media ¿por qué me gustará tanto la literatura rock?
Sonando: Sympathy for the devil de The Rolling Stones
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