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He tenido un principio de semana raro. Me encontraba de mala leche. Disperso. Con ganas hasta de soltarle un guantazo a alguien que me diera un mínimo motivo. Enfadado con el mundo. Con pocas ganas de nada y necesidad de mandarlo todo al carajo. Malos días en el curro. Y que nadie me diga que tengo suerte de tenerlo en los días que corren. Me parece un argumento banal y que nos han colado los politicuchos con vaselina. El trabajo no es una suerte, es un derecho. Y es que amparándose en esa “suerte”, te bajan los sueldos, te putean y tú permites que lo hagan porque eres un tío suertudo. Pues yo me cago en su puta suerte. No me atrevo a ir a un tío que está cargando en Mercabarna y decirle “
que suerte tienes de pasar ocho horas cargando cajas y que te paguen 640 €uros. No te quejes que otros están peor”. Mal de muchos, ya saben…Y no, no haré demagogia. No es mi caso. Mi trabajo es de puta madre (aunque no me guste), tengo un buen horario y está muy bien pagado. No me puedo quejar. O eso dicen. Pero quiero quejarme ¿qué pasa? El año pasado decidieron bajarme el sueldo para asimilarme a los funcionarios, sin serlo, que eso es lo bueno. Y este año, con la subida de IRPF y el hecho de que June cumple 3 años me sube un 3% el IRPF. De puta madre. En 2 años he pasado a cobrar un 7% menos de mi sueldo. Y me tengo que callar porque tengo suerte. Vale. Pues me callo. Supongo que también tengo suerte por tener luz, más cara que en ningún sitio, y agua, y autobuses para ir a trabajar que pago a 2 €uros el billete, y juzgados para que se llenen de políticos con cientos de desfalcos, fraudes y estafas. Y freno porque sería no parar… Miren ¿saben cómo se llama mi suerte? Se llaman June y Raquel. Punto.
Y con esos pensamientos encontrados me dirijo el martes pasado al concierto de Slim Cessna’s Auto Club y John Doe. Llego cabreado a pesar de haber quedado con Coco y Manel para tomar unas cervezas antes que me sientan muy bien. En el bolo mis amigos lo notan. Algo me pasa. John Doe inicia las descargas. Sé que no es políticamente correcto pero, excepto algunos detalles, me pareció un concierto aceptable, simplemente. Nada espectacular. Quizá disponer sólo de 45 minutos le pasó factura. Pero llegan los de Denver, Colorado (lo dijeron unas cuantas veces) y aquello cambia. Un directo fresco, divertido, inusual…O no. La verdad es que llevo varios conciertos que caminan por ese estilo (Legendary Shack Shakers, Pine Hill Haints….) y todos me hacen pasármelo en grande. Slim Cessna no fue una excepción. Muy buen directo, sorprendentes temas y hasta coreografías circenses. Dicen que con verlos una vez hay suficiente porque hacen siempre lo mismo. De momento, yo me quedé con ganas de más…
Sonando:
Americado de Slim Cessna’s Auto Club