Ando estos días recuperando viejas costumbres. De una de ellas me siento especialmente orgulloso, y es de escuchar determinados discos hasta la saciedad. Eso me ha llevado a descubrir, de nuevo, el placer de conocer un disco de cabo a rabo y, sin embargo, encontrar algo nuevo en cada escucha. Desde hace una semana doy vueltas continuas por tres discos: lo nuevo de Ryan Adams, lo nuevo de Will Hoge y lo nuevo de Tom Russell. Nada más. Sólo alguna pequeña traición. Una para pinchar los vinilos que compré en el concierto de Pine Hill Haints. Cosas de los post-bolos que permiten recuperar sensaciones. Otra para darle una primera escucha al disco nuevo de Joe Henry, quizá el disco más elegante publicado este año junto al de Nick Lowe, y que recuperaré pronto. Y una última para el disco de Dylan y White sobre Hank Williams. Este se cuela entre los tres primeros e inicio su escucha compulsiva. Resultado, según el contador del iPOD: 17 escuchas al disco de Adams, 14 al de Hoge, 21 al de Russell y 9 ya al de canciones de Hank Williams. Eso me había hecho olvidarme que hace ya unos días salió publicado el nuevo de los Secretos. Ya saben, secretista que es uno. Otro disco precioso para la colección que, por su idiosincrasia, no escucharé de la misma manera sino poco a poco. Hay cosas que no deberían cambiar, aunque los tiempos son los tiempos y también hay que adaptarse.
Sonando: Ashes And Fire de Ryan Adams
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