En todos los demás
aspectos, en relación con la forma de archivar y conservar los discos en buen
estado, bibliografía sobre el tema y demás objetos relacionados con el pop, soy
una combinación de un archivista que teme perder su trabajo y una ardilla tremendamente
paranoica. (Lost in music, Giles Smith)
Esta cita extraída del excelente libro de Giles Smith que
Editorial Contra acaba de poner en circulación traducido me viene de perlas
para contestar algo que me preguntan continuamente: cómo ordeno mis discos. Por
partes. En primer lugar vamos por los vinilos. Estos están colocados por orden
alfabético, simplemente (y me cabrea enormemente encontrar uno fuera de su sitio). Por lo que respecta a los CDs, el criterio es el mismo
con una sola salvedad, la separación entre música nacional e internacional. Hasta
ahí, mi método no tiene demasiado misterio si no fuera porque introduzco todos
y cada uno de mis discos originales en una base de datos creada por Yursoft. Eso
sí, el disco no se introduce en la base de datos hasta que no vaya a ser
archivado y esto sucede cuando lo doy por escuchado. Eso significa que al lado
de mi equipo de música hay un montón de discos en diversos formatos que
considero “en escucha”. Cuando el tiempo pasa y el disco ocupa su lugar en la
estantería entonces llega la hora de introducirlo en la base de datos con su respectiva
portada, lista de canciones, discográfica, duración total, etc. Gracias a este último
dato he descubierto algo muy freak, y es que esta "ardilla tremendamente paranoica" puedo estar 187 días, doce horas y
cuatro minutos oyendo discos diferentes sin parar uno detrás de otro. Casi
nada.
Sonando: Dog in a circus de My Yellowstone
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