No consigue estarse quieto. Es una de las cosas que más me llaman la atención de él. De hecho prefiero que no se esté quieto y tener la oportunidad de irlo viendo cada poco tiempo. No sé si él se daría cuanta entre la vorágine de saludos y abrazos que se estaba llevando al final de su concierto en el Palau De La Música de Barcelona con el que Daiquiri Blues se despedía de la ciudad, pero Rakel le sopló al despedirse una de esas frases que uno piensa "
joder, debería haberla dicho yo". En medio de la fiebre que hizo que tuviéramos que salir pitando del postconcierto emitió una sentencia simple pero vital. Una frase que resume lo que cualquiera debería decirle a alguien que admira. Un imperativo que no tiene misterio pero que lo engloba todo. Explica muchas cosas y muestra los sentimientos a flor de piel. Rakel miró a Quique y con una voz castigada por su amigdalitis le soltó "
Quique, nunca dejes de tocar". Eso demuestra que la impostura no cabe en este mundo. Rakel lo dijo porque era lo que sentía y lo que le salió en ese momento. y lo bordó. Resumió en cinco palabras todo lo que a mí me gustaría haberle transmitido a Quique desde que lo conozco. Simplemente eso.
Y González parece empeñado en hacer buena la frase de mi chica (me gusta llamarla así, como en las películas de gángsters). Tras un breve descanso va a emprender una gira por todo el país acompañado sólo por su inseparable Jacob Reguilón. Un tour que promete grandísimos momentos. Por salas de aforo medio y con un músico dejándose ir con canciones menos habituales en su repertorio, versiones y "lo que se tercie". No cometan el error de perdérselo.
Sonando: En El Disparadero de Quique González
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