Recuerdo pasar por delante del escaparate de la desaparecida Discos
Balada, en la calle Pelai de Barcelona. Ninguna de las veces que pasé
por delante (y fueron cientos) pude evitar echarle un ojo, cosa que
solía acabar, el 90% de las ocasiones con una visita no siempre lo fugaz
que hubiera preferido mi tarjeta de crédito. En esta ocasión fue un
vinilo de seis tipos con pinta de macarra, sentados en un callejón y
mirando a cámara sonriendo lo que me llamó la atención. The Allman Brothers Band At Fillmore East rezaba el título, y a por él me fui.
Porque no, no me cautivó su música, de los Allman lo primero que me
llamó la atención fue aquella portada en blanco y negro. Pero después
¿hay mejor forma de entrar en una banda que poner un disco y que suenen
seguidas esas excelentes versiones de «Statesboro Blues» de Blind
Willie McTell, «Dome Somebody Wrong» de Elmore James y «Stormy Monday»
de T Bone Walker? Eso es jugar con ventaja amigos. Así te ganas a
cualquiera. Por eso sería muy fácil para mí decir que mi disco favorito
de los hermanos Allman es aquel directo que me los descubrió, pero es
que creo que ese álbum no debe entrar en estos juegos. Por abusón. Es
demasiado bueno. Está a demasiados años luz de todos los demás y es una
apuesta ganadora y fácil.
No optaré tampoco por una rareza. Ni iré de exquisito diciendo que Brothers on the Road es mi disco favorito del grupo y que solo yo me he dado cuenta. Lo que sí voy a hacer es huir de los clásicos y optaré por Hittin’ the Note como mi preferido y mi elegido para conmemorar este adiós. Al menos mientras escribo estas líneas. Y ahora van los porqués.
Primero porque esa portada cargada de elefantes le encanta a mi hija,
y a mí también, y me recuerda esa forma en la que entré en la banda:
por el magnetismo de una imagen. Y segundo, y huyendo de aspectos que
alguno podría considerar más banales, porque me parece un disco tremendo
de principio a fin que llega cuando poco esperaba de los Allman
Brothers. Ah, benditas expectativas. Esas que te hunden cuando ansias un
disco y que pueden llevarte al cielo cuando has dado un grupo por
perdido. Pinchar el «Firing Line» que abre el disco fue como oír música
celestial. Malditos cabrones. Lo habían vuelto a hacer. Catorce discos
después conseguían volverme a tener con el culo pegado al sillón durante
sus once canciones. Fustigarme por haber llegado a tener la osadía de
dudar de ellos debía ser el siguiente paso, aunque eso ya son otras
historias que quizá no vienen a cuento.
Texto publicado en la web de Ruta 66 como homenaje a Allman Brothers.
Sonando: Firing Line de The Allman Brothers Band
1 comentario:
Escuchas a estos tios sentado en el sofa?
.Querido, tienes un problema...
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