Hendrik Röver se ha marcado uno de los discos del año (o
dos), al menos en lo que a la cosecha nacional se refiere. Veremos si recoge
los frutos que se merece aunque, desgraciadamente para él, lo dudo. Ahí va una
parte de la reseña que hice de los dos álbums para Efe Eme.
Se acerca final de año y uno ya tiene más o menos preparadas
sus listas de lo mejor de la temporada. Difícil se hace que en apenas tres
meses pueda salir un disco con tanta fuerza y enjundia como para que uno
modifique su lista, al menos en lo que respecta a los primeros puestos. Esos
que se han ganado los discos llamados “con recorrido”, los que perduran en tu
mente meses después de su salida al mercado. Pero llega Hendrik Röver y lo pone
todo patas arriba. Y no con un disco, sino con dos. Bendita incontinencia
creativa, en este caso. Pero es que el cabrón es muy bueno, si me permiten el
taco, y con estos dos discos confirma lo que muchos ya sabíamos: que su
propuesta es y seguirá siendo de las más interesantes de este país y que todo
lo que toca lo convierte en mágico.
Dos discos y no uno doble. Me surge la duda ¿por qué? Y
pregunto. “Son cincuenta y cinco minutos
en total. Un disco de 18 canciones asusta a priori y vi la posibilidad de
separarlo estilísticamente entre la parte Honky Tonk y llamémosle "el
resto". Mi única intención era que el comprador pudiera disfrutarlos mas
según su estado emocional, por ejemplo, Oeste para el coche y Norte para el
sofá”. Así que por ahí van los tiros. Por los estados emocionales. Viejo
zorro, Röver sabe donde está el secreto de que un disco cale y es consciente de
que anda muy por debajo de la piel. Así que apunta hacia allí y hace diana
continuamente.
El resto de la reseña puedes leerla AQUÍ.
Sonando: Edificio en llamas de Hendrik Röver
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