lunes, octubre 29, 2018

La puesta de largo de Mink DeVille

William Borsay era Willy DeVille. Y Willy DeVille era Mink DeVille. Genio y figura, DeVille era la auténtica alma máter de una banda que entre 1975 y 1977 se subió al escenario del mítico CBGB más que cualquier otra. Más que Blondie. Más que los Ramones. Más que Television. Un grupo con una personalidad aplastante que se desmarcaron del punk rock imperante en la Nueva York de los setenta para apostar por algo más cercano al blues, aunque su mezcla de estilos haga prácticamente imposible categorizarlos. En 1977, y a través de Capitol, vio la luz “Cabretta”, un disco magnífico, y el primero de los seis que lanzarían en su carrera bajo ese nombre. Adentrémonos un poco en sus alcantarillas.Vivir en 1977 y no ser ni punk ni new wave no debía ser fácil. Y menos si tu objetivo era dedicarte a la música. Eso sí, una personalidad fuerte y especial podría ayudarte a sobrevivir en esa jungla, y compensar el resto de carencias. Y Willy DeVille andaba sobrado de personalidad. Ramones miraban a los grupos de chicas de los sesenta, Blondie al pop y Los Cramps al rockabilly, mientras Willy lo recogía todo, lo mezclaba con buena dosis de blues, jazz y sonidos criollos, y conseguía un mejunje tan indescriptible como atractivo.

Con la producción de Jack Nitzsche (Rolling Stones, Neil Young), Mink DeVille se mete en el estudio para grabar su disco de debut, al que van a titular “Cabretta”. La formación la integran Willy, Thomas R. “Manfred” Allen, Jr. a la batería, Steve Douglas al saxofón, Louis X. Erlanger a la guitarra, Rubén Sigüenza al bajo y Bobby Leonards al piano, con las colaboraciones puntuales de The Immortals y Allen Rabinowitz. Optan por una producción rústica, sin demasiados aderezos. Buscando un sonido clásico y crudo que se muestra desde su arranque. ‘Venus of Avenue D’ es ese primer tema y ahí ya encontramos toda la esencia DeVille: es callejero, corsario, neoyorquino, sexy, chulesco… algo que se repite en su segundo tema, la revisión del éxito de The Crystals, ‘Little girl’. En cambio, ‘One way street’ incluye un elemento más, la rabia contenida, algo que también DeVille domina a la perfección. El músico, además, es un maestro hablando de personajes que, en boca de Lou Reed, viven en el lado salvaje de la vida; y ahí está la yonqui que protagoniza ‘Mixed up, shook up girl’. El tema que cierra la cara A en la versión vinilo es ‘Gunslinger’, donde regresa el DeVille más chabacano y barriobajero, inspirado en los Heartbreakers de Johnny Thunders. A estas alturas ya queda claro que no es solo que Willy sea un impresionante escritor de canciones, sino que es un intérprete con un componente emocional que muy pocos atesoran. Y si no, escuchad laa soulera ‘Can’t do without it’, que consigue convencerte de ello en apenas unas frases. Con la versión del ‘Cadillac walk’ de Moon Martini llega uno de los más grandes momentos del disco, y huelga decir que supera con creces la versión original. ‘Spanish stroll’ es otra maravilla y nos presenta a un DeVille interesado por sonidos latinos, esos que curiosamente lo harán triunfar en la década de los noventa. Para acabar, la atmósfera asfixiante y cadenciosa de ‘She’s so tough’, da paso al cierre con ‘Party girls’, una canción de letra casi adolescente a la que DeVille da el contrapunto necesario para no parecer ñoña, con un acordeón fronterizo simplemente deliciosa. “Entonces me mira, y me dice que se va a casa / y yo me digo que no quiero estar solo / así que la tomo del brazo y la llevo a casa”, canta. Y yo no puedo evitar pensar que cada vez que veo una copia de este vinilo en una cubeta de discos, también tengo la necesidad de llevármelo a casa. Será que es muy bueno.

Publicado en Efe Eme

Sonando: Cadillac Walk de Mink DeVille

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