Vuelvo a estar de lleno inmerso en su vida, en su obra. Cash, otra vez. El domingo volví a ver "I Walk the Line", la película protagonizada por Joaquin Phoenix y hoy, mi chica, como regalo de aniversario, me ha regalado "Man In Black", la primera de las novelas autobiográficas del propio Johnny Cash. Como se puede suponer la estoy devorando y no veo el momento de poder continuar con la lectura. Es fascinante meterse en un mundo como el suyo. Quizá lo que lo hace más impactante aún es saber que él fue capaz de sobreponerse a todo eso y superarlo con normalidad. También me vuelve a sorprender la pasión que sentía por June y me hace comprender, con más facilidad, porque tan solo fue capaz de sobrevivir durante cuatro meses tras la muerte de su mujer. Cash era grande, muy grande. Atípico por sus ideas. Cualquiera lo hubiera definido como el clásico hombre de derechas, patriota convencido y religioso hasta las últimas consecuencias. Pero es que, además, el hombre de negro no dudaba en enfrentarse con el mismísimo Ku-Klux-Klan para defender a un compañero de color (el músico Charley Pride), dedicarle un disco completo a los indios (hermanos de sangre de él mismo) o fotografiarse por igual con demócratas o republicanos. Cualquier cosa tenía sentido si él consideraba que era lo correcto y como prueba está su cabezonería en grabar un disco, que acabó siendo "At Folsom Prison", en una prisión. Implacable, fiero y sensible, Johnny Cash es un personaje irrepetible. Imperdonable perderse alguna de sus memorias.
Sonando: Cocaine Blues de Johnny Cash
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